A Noah Lennox nunca le bastó la militancia en los siempre extravagantes Animal Collective para dar rienda suelta a todas sus travesuras, de manera que el alias de Panda Bear le ha servido como aventura solista en paralelo para agudizar su perfil de (maravilloso) chico raro. Pero un cuarto de siglo y media docena de discos después, con Sinister grift salta en buena medida la sorpresa. La séptima entrega osezna resulta ser un álbum de pop-rock inspirado y de excelente factura, pero a su vez razonablemente convencional, y más aún para los parámetros en los que nos habíamos venido moviendo. ¿Mérito o resbalón? Dependerá de las ansias de vértigo que albergase cada oyente, pero a ratos podemos sorprendernos incluso inmersos en el dulce ejercicio del tarareo. Y no hay paladar que se resista a unas gotas suaves y precisas de néctar pop.
La devoción por las armonías vocales en la escuela de Beach Boys, aunque con el propio Lennox duplicando su voz en el estudio, se hace aquí más nítida que de costumbre, como si nuestro multiinstrumentista de Virginia hubiese decidido entregarnos un puzle tan elaborado como siempre, pero con menos piezas. Hay detalles, destellos y diabluras siempre por desentrañar, desde luego, pero el ánimo es siempre menos inescrutable, hasta el extremo de que el conjunto tiende a sonar más como el trabajo de una banda sólida y brillante que como una válvula de escape para uno de sus integrantes. De hecho, otro correligionario animal, Josh Dibb, asume la coproducción de una obra por la que también asoman los demás viejos amigos de formación. Y en la que la inaugural Praise se convierte en un monumento de pop sesentero de construcción inmaculada y ánimo imperecedero.
En el último tercio del álbum, Noah recula para volverse más ensimismado, ambiental e intrigante, como queriéndose enmendar la plana a sí mismo. Left in the cold o Elegy for Noah Lou se vuelven noctámbulas y enigmáticas, hermosas desde un punto de vista más revirado, asombrado quizá el autor con la propia efusividad expresada hasta ese momento. Pero puede que las enseñanzas adquiridas en Reset (2022), su álbum a medias con Sonic Boom, afloren en esa expresividad tan franca de Sinister grift, una colección de psicodelia siempre moderada y costuras primorosas. Un triunfo final de la luz que refleja, mejor que ningún otro, el décimo y último de los cortes, ese Defense que se abre paso con misterio y cautela pero acaba estallando en rock no solo pletórico, sino hasta guitarrero. Una sorpresa muy gustosa.