Si existiera un microcosmos de músicos singularísimos –una especie cada vez más exigua y restringida en estos tiempos de unanimidades y uniformidades–, David Michael Portner debería contar con plaza vitalicia en el consejo de administración de los bichos raros. El hombre que firma como Avey Tare e integró el núcleo fundacional de los intermitentes Animal Collective, en ocasiones brillantes y otras veces propensos a irritarnos, es un cerebro en combustión libre y fuera de control cuando opera por su cuenta. 7s parte de un bautismo extraño para dar título a una colección de canciones aparentemente dislocadas, pero algo más que adictivas. Nunca sabemos a lo largo de estas siete piezas por qué flanco nos llegarán los estímulos, y mucho menos aún a qué corresponden los extraños sonidos que se suceden en el estéreo, pero Tare se encargará de procurarnos una dulce claudicación.

 

Invisible darlings haría las veces de single o tema tarareable, si semejantes conceptos mantuvieran algún significado fiable en esta órbita del folk experimental y friqui. Los timbres son, aquí y allá, tan extraños que no sabemos si son objetos reales o procesados y manipulados, así que ahorrémonos los interrogantes y dejemos que la experiencia fluya. Como segundo adelanto podríamos escoger The musical, que también es, ejem, convencional a su manera: hipnótica y reiterativa, envolvente en su capacidad de estrechar el cerco, atrapar y conquistarnos.

 

Lips at night podría encontrar acomodo en un disco de Sufjan Stevens, pero barajaríamos la hipótesis de que, después de que alguien le echase unas gotas sospechosas en el café, se le había puesto a patinar la lengua. Y, a partir de ahí, el Tourmalet central del álbum, ese doblete de 18 minutos que representan las entrelazadas Hey Bog y Sweeper’s grin, tan sensacionales como poco evidentes. La primera echa a andar con cuatro minutos bellos y eternos de introducción ambient, abstracta hasta extremos inusitados, que estalla en un tecno machacón y alucinado. La segunda prolonga ese gusto por las atmósferas vaporosas hasta convertirse en un persistente mantra a media voz. Nadie bailará, pero a más de uno empezará a darle vueltas la cabeza.

 

Un título como Neurons vaticina cualquier cosa menos suaves caricias arpegiadas, mientras que Cloud stop rest tart echa el telón con carga de tensión llevadera, pero sostenida: sospechamos y tememos el sobresalto, y es mejor escuchar hasta el final antes que desvelar aquí el desenlace. 7s es, en definitiva, un álbum marciano a cargo de un artista llegado seguramente, en efecto, de otro planeta. Pero si las invasiones que nos esperan son estas, deberíamos proclamar un particular espacio Schengen para las puertas del espacio.

 

 

 

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