De John Weldon Cale siempre se dijo, no se sabe si con admiración o con sorna, que se pasó toda la vida grabando básicamente el mismo disco. Hubo además una época, quién sabe si por abonar la afirmación anterior, en que se mostró como un artista razonablemente fértil: este Naturally fue su deliciosa puesta de largo, pero apenas le costó un año para que conociera un sucesor (Really) y tanto Okie como el piropeadísimo Troubadour llegaron no mucho después. Tampoco encontró nunca la menor oposición a su tozudo continuismo; es más, cuando intentó sofisticarse y engolar el sonido se topó con la férrea oposición de los fieles, pese a que un disco como Closer to you (1994) era espléndido. En síntesis: al de Oklahoma City (aunque criado en Tulsa, la segunda ciudad del estado) hay que amarlo tal y como era, y todas las esencias figuraban ya de manera reconcentrada en este trabajo que, más que mero debut, parece un manifiesto fundacional.
Lo más atípico en el historial del sureño es que su estreno incluía un clasicazo, After midnight, que ya conocía el mundo entero porque Eric Clapton lo había grabado con notable éxito un año antes. Es decir, Cale demostró ser influyente antes incluso de granjearse un público propio, que nunca llegaría a ser nutrido pero sí absolutamente entusiasta. Había motivos para ello. Su aproximación al blues por la vía del country y el rockabilly, pero siempre a cámara lenta, con ese apego por el ritmo relajado y la voz casi somnolienta, era único. Y luego estaba esa guitarra, claro, pellizcada e inconfundible. Tanto Clapton como Mark Knopfler le tuvieron por mentor y referente venerado, aunque J.J. tuviera que lidiar con la extraña sensación de que el maestro era muchísimo menos (re)conocido que el discípulo.
Naturally hacía honor a su título con su empeño en hacerlo todo sencillo, pero también rabiosamente reconocible. Nada podía ir mal a partir de un boogie como Call me the breeze, que se haría enseguida merecedor de una versión a cargo de Lynyrd Skynyrd, nada menos. Solo Woman I love traicionaba algo el guion para incluir un inusual saxo tenor en el tramo final, pero la apuesta surgía con tan poca convicción que la pieza muere con un súbito y algo precipitado fade out. En realidad, hasta en eso era obstinado Cale: estas 12 canciones se pasan en un suspiro porque ninguna alcanza los tres minutos sino que mueren en torno a los 150 segundos, y no son pocas las ocasiones en que habríamos agradecido un desarrollo un poco menos abrupto.
Cosas de John, un tipo tan adorable como testarudo, firmante ya desde el debut de uno de sus susurros (Magnolia) más rematadamente adorables. Podemos sumar los violines arrastrados de Clyde, por aportar un corte un poco más bluegrass. O Crazy mama y su guitarra saturada, todavía más en primer plano. J.J. solo pisa un poco el acelerador con Woman I love –de sonido más redondo e influido por su gran amigo Leon Russell– y en Bringing it back, el único ejemplo que se circunscribe con precisión al blues-rock de toda la vida. Qué grande era, caramba. Y qué fácil parecía todo en sus manos.