Pond siempre sirvieron como una alternativa a Tame Impala, un plan B que ofrecía la ventaja de ser mucho más prolífico a la hora de entregar álbumes que el bueno de Kevin Parker. La insaciabilidad creativa de estos australianos de Perth no ha remitido ni un poco, a la vista de que presumen con orgullo de que esta ya supone su novena entrega en apenas una década de actividad. Solo que la condición de sucedáneo se ha ido evaporando y el quinteto ya se encarga de que sus voladuras de cabeza sean propias y endiabladas. Y 9 lo avala con un desparpajo arrollador: esta es la colección de canciones que Prince habría soñado con escribir, si aún siguiera entre nosotros, para aventar la pesadilla pandémica y ofrecernos escapismo en vena.
Atención, seguidores de LCD Soundsystem: estos cinco treintañeros irredentos llegan con ganas de robaros el corazón. Y 9, que es solo podía ser el noveno disco e incluir nueve cortes, lo tiene todo para conseguirlo. El cóctel de funk, disco y psicodelia es brutal, imparable; a veces, como en Pink lunettes, desquiciado. Cerremos los ojos y comprobemos cómo la cabeza nos da vueltas en esta orgía rítmica y efectista. Pero no perdamos de vista el gusto por las travesuras de Nick Allbrook y Jay Watson, guitarra y batería en los directos de Tame Impala: si hubo quien vio en el álbum antecesor, Tasmania (2019), ciertas trazas de Springsteen, ahora se marcan un Human touch… sin un miligramo de Nueva Jersey y un despliegue brutal de funk-punk. Como un Billy Idol rehabilitado, puestos a buscar similitudes.
No esperen treguas en esta colección de diabluras: 40 minutos exactos, como en los buenos y viejos tiempos, durante los que no podremos bajar la guardia. Ni siquiera en Czech locomotive, que tiene título y sonido de canción de Orchestral Manoeuvres in the Dark, pero a los tres minutos vuelve a desbocarse con un crescendo delicioso. Y eso para desembocar en Rambo, otro plato fuerte, con su trepidación a la manera de unos Talking Heads electrónicos.
¿Hemos hablado ya de America’s cup, que parece una producción de Neil Rodgers? ¿Del himno electropop Song for Agnes? ¿Del puntito glam en Plastic sole, como si Bowie bendijera a los muchachos desde el más allá? ¿Del aire anárquico, seguramente inspirado por Can, que alimenta todo el disco? No pierdan detalle: esta vez toca prestar atención y disfrutar con una hoja de ruta impredecible.