Una portada así, rematadamente deliciosa, e incluso una tipografía como la que nos ocupa, de sólidas resonancias históricas, bien merecían un álbum tan adorable, analógico y de vieja escuela como este Soul steps, un título que ya apela a los grandes referentes del pasado para que sus músicos sepan por dónde pisar y cómo proseguir el camino. Las alusiones a la música negra más vintage son una constante en el género desde el reinado fugacísimo (por desgracia) de la irrepetible Amy Winehouse, pero los nueve integrantes de The Everettes exhiben aquí una tenacidad encomiable para que nada de lo que pasa por sus manos aparente menos de medio siglo de antigüedad. Si ese era el objetivo, corroboremos desde ya mismo que lo superan con creces a lo largo de estas 12 canciones entrañables, bailables y lozanas.
The Everetts son una formación numerosa, elegantísima y transoceánica, una alianza a caballo entre Berlín y San Diego (California) que integran nueve músicos: seis instrumentistas y tres mujeres cantantes que confluyen u operan por separado, por aprovechar todas las posibilidades de la combinatoria. El gusto por el soul sedoso y a la vieja usanza es flagrante desde el primer capítulo, Into the night, aunque la receta para materializar estas apelaciones al pasado va oscilando de la escuela Motown al northern soul y, sobre todo, a Invictus y Hot Wax, los sellos impulsados por los enciclopédicos Holland, Dozier y Holland después de desligarse, ya muy a finales de los sesenta, de la factoría de Berry Gordy en Detroit. Por eso todo suena tan dulce, afable y retro en So many ways, mientras que basta asomarse a Number nine para que nos vengan a la cabeza las girl groups, Diana Ross y todo el universo amplificado a partir del éxito de las Supremes.
El gran acierto de los Everettes radica en la complementariedad de sus cantantes, sobre todo si reparamos en el contraste entre la abrasiva Jess Roberts y la mucho más angelical Katharina Dommisch, que evoca con claridad a Karen Carpenter y demás gargantas melancólicas. La sombra de la desdichada vocalista de los Carpenters aflora de manera muy evidente en Heads up high, un baladón a cámara lenta con arreglos de metales parecidos de los que tan bien manejaban Chicago. Y ese mismo aroma a soft pop es el que emana de Calling out today, en su caso con revestimiento de cuerdas suntuosas.
En contraste, Soul thing abre la segunda cara a la manera de un aldabonazo de rhythm ‘n’ blues sin atisbo de contemplaciones, mientras Second chance apunta de nuevo hacia los grupos de chicas con sus característicos bajos al trote, esos mismos a los que Phil Collins concedería una segunda juventud comercial durante los ochenta gracias a títulos como Two hearts o la versión de You can’t hurry love. No hay ánimo aquí de revolucionar nada, pero sí de acariciarnos con guantes de seda; incluso en la elección, para apuntalar aún más el noneto, de instrumentistas de tanto pedigrí como Joel Sarakula. Un álbum nada transgresor, pero sí finísimo.