Hay algo de mágico e incomprensible en las hechuras de este álbum, en puridad una colección de retales, canciones sueltas, rarezas, piezas descolgadas y demás páginas de relevancia teóricamente colateral, pero que, contra toda lógica y pronóstico, funciona maravillosamente bien. Y que, de hecho, incluso puede servir como una guía introductoria para la banda, que no disfruta todavía de un lugar preponderante en los oráculos (ni siquiera en los indies) quizá porque su incontinencia creativa ha propiciado una sobreproducción frente a la que The past is a garden I never fed hace las veces de antología o grandes éxitos… de canciones que no solo han triunfado, sino que permanecían inéditas, ignotas o medio escondidas. 

Desde la sardónica The world doesn’t need another band, tema de apertura para este elepé tan accidental como necesario (y relevante), queda claro que la escritura de Glenn Donaldson no es perezosa, ordinaria o común, sino abonada a la permanente ocurrencia, al ingenio y, a menudo, también a la sorna y la media sonrisa. Donaldson no parece el típico ejemplo de artista jactancioso, pero sus Rojos, Rosas y Púrpuras llevan en danza desde hace tres lustros y a estas alturas acumula un bagaje superior a las 200 canciones, un corpus solo posible habiendo adquirido la saludable y exigente costumbre de publicar al menos un elepé al año. Pues bien, The past… resulta ser de los más brillantes y mejor trenzados a pesar de que no se concibiera en ningún caso como una obra integral y común. Pero lo del todo por encima de la suma (a priori casi caprichosa) de las partes vuelve a hacerse realidad con una entrega de indie chisporroteante, contagioso, mordaz y sumamente inteligente, todo un señuelo para hacer felices a los cazadores de auténticos tesoros.

La etiqueta de portada, como tantas veces en el exquisito sello Fire, aporta algunas pistas argumentales sobre el álbum, se supone que de común acuerdo con sus responsables, y oficializa los parentescos estilísticos de TRP&P con (por orden de cita) Guided by Voices, The Cure y The Go-Betweens. Son influencias todas ellas muy apetecibles y, en el caso de las dos últimas, bastante evidentes, aunque sorprende que no se mencionen las conexiones (en temática y letra) entre el excelente I only ever wanted to see you fall y el universo de Morrisey. O que no se busque en el toque sardónico, sagaz e incisivo de Donaldson un punto de encuentro con Stephin Merritt y sus casi siempre ingeniosos y fabulosos The Magnetic Fields. Incluso algunos de los títulos (Marty as a youth, What’s the worst thing you heard?) parecen remitir en sí mismos a la sintaxis de The Smiths, mientras que My toxic friend podría servir como tema de apertura para algún álbum de canciones-perdidas-y-encontradas de nuestros queridos The Auteurs.

Se nos queda así una puerta abierta de par en par hacia el ingenio, la sorpresa, el destello inesperado. Pop inteligente y de altos vuelos que algunos considerarán solo al alcance de sibaritas. Falso: nuestro barbudo trovador de San Francisco es sagaz y permite lecturas reiteradas, pero su ideario no tiene nada de inescrutable.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *