Cuenta la versión oficial, no sabemos hasta qué punto idealizada, que los teclistas y productores Michael Goldsworthy y Emre Türkman descubrieron a Olly Alexander mientras canturreaba en la ducha en casa de un amigo. A la altura del segundo álbum del trío, esperadísimo tras el éxito arrollador de “Communion” (2015), parece evidente que Years & Years no es una banda igualitaria, sino un instrumento al servicio de ese joven e inesperado geniecillo del pop que ha resultado ser Alexander. Más allá del culto a la personalidad que se concede, con su rostro como único protagonista en portada y contraportada, y repetido en todas las perspectivas y posiciones en docenas de ocasiones para el libreto, Olly es la nueva gran estrella rutilante del pop británico, calificativo que no deberíamos circunscribir solo a la escena de los clubes o de la cultura LGTB. “Palo Santo” es un disco de encanto fulminante y miras ambiciosas, como demuestra la espectacular producción que aflora ya con “Sanctify”. Es una entrega valiente, por las profusas referencias a la religión, el sexo, el pecado, las catástrofes sentimentales y esta sociedad distópica en la que nos comportamos como autómatas. Y supone un paso adelante porque supera a su antecesor en todo: empeño, variedad, capacidad para llenar las pistas con préstamos de r’n’b contemporáneo (“Hallelujah”) o inmortalizar ganchos tan adictivos como los teclados de “If you’re over me”, pop tan petardo, luminoso y pegadizo como solo el mejor Mika podría pretender. Los nexos con otros grandes nombres de la órbita arcoíris son obvias, desde Pet Shop Boys a Scissor Sisters o incluso Perfume Genius. Pero que nadie se cohíba ni restrinja estas once piezas a una mera cuestión de etiquetas. Olly, tan menudito él, ha resultado ser un grande.