A Alberto Conde le contemplan casi cuatro décadas de magisterio en el jazz contemporáneo gallego, un territorio en el que, junto a otros grandes del piano como Abe Rábade o Alberto Vilas, ha generado un ecosistema particularmente rico, sabroso y ejemplar, más allá de que las suspicacias tan propias de los entornos creativos no propicien siempre la mejor de las relaciones entre músicos. Pero las rencillas, aun siendo conocidas, no vienen ahora al caso: hoy es día para celebrar la aquilatada trayectoria de este gallego nacido, como tantos otros, en Caracas y que a sus sesenta y algún años lleva desde la década de los ochenta trabajando mucho y bien. Porque a Conde nunca le han faltado ni las ideas ni las ocupaciones, y en un currículo tan dilatado y generoso en hitos no resulta sencillo proponer nuevas cúspides.

 

Pues bien, Corriente del golfo, sin duda, lo es. O representa una candidatura legítima, cimentada y argumentada para convertirse en uno de los trabajos más importantes de su firmante y de la temporada en los territorios del jazz europeo. Porque hay aquí empeño, ambición, muchos años de trabajo, investigación y hasta una línea argumental que integra la musicología, la literatura y los movimientos circulares –cual corrientes del golfo– de la emigración.

 

Alberto se formó y forjó en la California de los años setenta, donde experimentó toda la efervescencia musical de la época y puede que también parte de las sustancias que entonces eran de consumo cotidiano en los círculos de la bohemia. Se adelantó a las confluencias entre la música del siglo XX y la tradición hasta el punto de erigirse en inventor de la “muiñeira jazz”, además de promover aventuras compartidas tan reseñables como Atlantic Trío o Atlantic Bridge. Con todo, la impresión ahora es la de haberse embarcado en su expedición más aventurera y significativa, y el hecho mismo de haberle dedicado siete años de desvelos lo acredita. Porque esta conexión musical entre Galicia y Cuba, este puente aéreo gigantesco para enlazar dos geografías hermanadas por enormes complicidades históricas, huye de cualquier tópico o lugar común y se erige en un discurso serio, riguroso y muy enriquecedor.

 

Corriente del golfo explora esas conexiones a uno y otro extremo del gran océno a partir, sobre todo, de dos personajes extraordinarios. Uno solo podía ser Federico García Lorca, que se enamora de la música cubana durante su aventura neoyorquina pero ya antes había recalado en Galicia y sentido el asombro atlántico hasta el extremo de aprender gallego para escribir algunos poemas en esta lengua. La otra protagonista que asoma por estos más de 100 minutos de música es la alucinante María Muñoz Portal, alumna predilecta de Manuel de Falla, coruñesa formada en Cádiz que termina afincándose en La Habana como profesora de piano y difusora musical en la isla.

 

La guinda del pastel recae en la figura sorprendente de Diana Tarín, cantante cubana y heredera de uno de los más importantes músicos de la trova en la isla. Ahora reside en Ourense –las vueltas que da la vida–, donde trabaja como profesora de música. Adquirió popularidad hace algunos años como concursante de Factor X, donde la presentaban, por esas cosas del simplismo televisivo, como una exuberante diva mulata del soul. Pero la hija de Silvio Darín, aquel consumado maestro habanero del filin, sublima las posibilidades de intercambio, cruce y mestizaje que anidaban en los dedos y partituras de Conde.

 

Sumemos la solvencia intelectual del sociólogo Luis Gustavo Cuntín, que ha supervisado no solo el proyecto sino también las investigaciones, y comprenderemos que Corriente del golfo no es ningún capricho ni obra circunstancial, pasajera o descuidada. Sirva incluso como ejemplo el caso de Harlem, una de las piezas más irremediablemente pegadizas del lote. La música aprovecha un clasicazo swing de Duke Ellington, Drop me off in Harlem, pero la letra se nutre del Poeta en Nueva York lorquiano. Y como aquellos versos libérrimos no pueden adaptarse sin más al lenguaje pautado y al pentagrama, el propio Cuntín resuelve la papeleta con una fórmula muy cercana al collage: habla Lorca, pero adaptando versos y expresiones atrapadas aquí y allá por Luis Gustavo. Mucho que leer, aprender y escuchar en esta singladura de vocación marinera pero muy altos vuelos.

 

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