Hay algo en la figura de Allison Russell que la convierte en enigmática y magnética, en una de esas artistas de cuyo influjo resulta difícil escapar, aunque quisiéramos (que no va a ser el caso). La suya es una vida de telenovela que ha acabado forjando una personalidad musical arrolladora, plural, palpitante y ecléctica, a veces en grado abrumador. Y todas esas premisas previas no solo se refrendan, sino amplifican y multiplican en este segundo trabajo solista en nombre propio: atractivo y excesivo en todo, guadianesco y laberíntico, entretenidísimo y también, por qué no, desconcertante.

 

Russell es canadiense mestiza por parte de un padre natural de la isla caribeña de Granada, un tipo que desapareció del mapa y se desentendió de todo antes de que ella hubiera llegado a nacer. Creció la chiquilla al cuidado de su madre y de la nueva pareja de esta, pero acabó sufriendo abusos sexuales por parte de ese padrastro y huyendo del domicilio familiar, horrorizada y traumatizada, cuando apenas había cumplido 15 años. Con esos antecedentes biográficos, que The returner sea un álbum tan esperanzado y luminoso, tan radiante y predispuesto a la exuberancia, es un regalo y una enseñanza no ya solo artística, sino seguramente también vital. Pero renunciemos de antemano a la pretensión de catalogarlo en palabras breves y precisas, porque estos 10 cortes rebosan soul, disco, góspel, dance, pop y sabe dios cuántas cosas más, con alternancia de inglés y francés como lenguas vehiculares, por aquello de que no nos falte de nada.

 

La vida, ya se sabe, no consiste en una sucesión de blancos y negros. Y en la paleta de Russell existe una marcada profusión de colores.

 

De hecho, las dos canciones más deslumbrantes son a su vez, a buen seguro, las más diametralmente opuestas. The returner, la pieza titular, es profunda y reconcentrada, espiritual y trascendente, lo bastante solemne como para que merezca unos arreglos de cuerda enfáticos, poderosos y arrolladores. En cambio, para abrir la cara B nos espera la muy adictiva Stay right here, con una vocación bailonga que remite, mutatis mutandi, al imaginario de I will survive.

 

Si en los ochenta alguna vez te enamoraste de Carmel, ahora Allison te reconquistará. Leíste bien, sí, aunque sus fisonomías no puedan ser más dispares. Russell es energía y orgullo (Eve was black): puro empoderamiento luminoso (Springtime) a cargo de quien, como en Requiem, ha conocido muy de cerca las sombras. La ternura que desprendía en Birds of Chicago –feliz entente con JT Nero, su marido– se vuelve ahora puro ardor. The returner es no tanto un elepé como un caleidoscopio, pero no podrás dejar de escudriñar en él.

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