Con Aztec Camera (qué extraño nombre: la Cámara Azteca) se nos dispararon los índices de chicos adorables. Y Roddy Frame, en ese apartado, lo tenía todo. Sumaba apenas 19 años cuando se presentó al mundo con este debut esplendoroso, lucía rostro de niño bueno y una deliciosa voz nasal que recordaba a Costello, y, sobre todo, era capaz de resultar tierno y evocador a una edad en la que podríamos imaginarle altivo, enfurruñado, propenso a la egolatría.

 

Este disco era justo lo contrario: Roddy nos habría gustado como hermano mayor y además se convirtió en el mejor embajador posible para Glasgow, ciudad que desde entonces, por alguna mágica e inexplicable confluencia de sensibilidad, no ha dejado de figurar en la lista de nuestras debilidades absolutas. En Glasgow debe de llover mucho, pensábamos por aquello de Hard rain y corroboramos pocos años después cuando Deacon Blue se dieron a conocer con Raintown y aquella maravillosa portada de suburbios y nubarrones. Y por eso Walk out to winter era la canción perfecta, la artesanía, el embeleso: anhelar las primeras luces del sol, sonar a la vez nostálgico y esperanzado.

 

Ir descubriendo el resto del álbum (que es extenso para los cánones de la época: 13 temas) fue como desempolvar un tesoro. Pillar to post era instantánea como los aldabonazos de sus paisanos Orange Juice, y Oblivious, una pequeña virguería en la que se conjuraban algo de funk, ritmos latinos y ese motivo nervioso y pegadizo de guitarra acústica pulsada en una sola cuerda que se convertiría en marca de la casa. Y luego, toda la cara B, más oscura y misteriosa, una intriga de la que iban emergiendo fábulas como Orchid girl o Lost outside the tunnel. Adorable, ya lo avisábamos.

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