Habrá quien aún les niegue el pan y la sal a los hermanos Gibb. Rectifico: los hay, y por doquier. Pero me niego a tenerlos por placer culpable y sugiero esta cajita tan cuca y recoleta como un buen regalo monárquico, aunque sospecho que anda ahora fuera de la circulación y algún espabilado puede reclamar cantidades insensatas. No eran los Gees unos principiantes en la segunda mitad de los setenta, ojo, hasta el extremo de que “Mr. Natural” (1974), primera entrega de este lote, suponía ya el octavo título de la discografía. Puede que sea el capítulo menos conocido de la caja, pero es por el que siento, sin duda, mayor debilidad. Bee Gees era una fraternal banda de voces angelicales y armónicas, pero ya “Main course” (1975) deja entrever algo de la gran orgía discotequera que se avecinaba, aunque mezclada incluso con una preciosidad vaquera como “Come on over”. Ambos elepés los producía el ilustre e inmenso Arif Mardin, sin grandes dogmas ni limitaciones, y es curioso verlos dispersarse como eso que siempre se llamó “álbumes de transición” (o, más bien, de búsqueda). Me acaban interesando más que “Children of the world” (1976), ya decantado en buena parte hacia las pistas de baile, o que el famosísimo “Spirits having flown”, que relucía en dos de cada tres casas, como uno de los mayores fenómenos de aquellos tiempos. Pero los Bee Gees molaban. Sí. Y no siento ningún remordimiento al respecto. De veras.

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