Cuando Private dancer vio la luz, engrosábamos las filas de aquellos chavalillos de corta edad que se encerraban a escuchar la radio musical compulsivamente. Incluso había quien, puestos a reconocer toda la verdad, tomaba notas de los locutores con la devoción de quien asiste a una conferencia en la Sorbona, tecleaba listas de canciones favoritas en una Olivetti 15 de color hueso y, por supuesto, no había escuchado hablar de Tina Turner en su vida. Es posible recordar la primera anotación en alguna libreta de aquel tándem tan eufónico, “Ike & Tina”, porque quienes, entre unas cosas u otras, se han pasado la vida garabateando cuartillas tenían ya la costumbre de apuntar cada nuevo nombre propio como quien abre una línea de investigación. Todo era lento y azaroso en aquellos tiempos, tan alejados aún del momento en que Google se erigió a la par en salvador y ladrón de almas.

 

Pero era imposible, ya de aquella, no enamorarse perdidamente del tema central, que escribía y producía nada menos que Mark Knopfler. Hoy, como la modernidad a veces nos nubla las entendederas, los Dire Straits parecen un pecado juvenil vergonzante y conocimos rachas en que sus vinilos inundaban las cubetas de La Metralleta, pero entonces eran El Grupo y su líder también había producido otros dos discos que aún ahora encontramos maravillosos, Knife (Aztec Camera) y aquel Infidels que retrata al mejor Dylan posible en su década más sospechosa.

 

Creo que nunca llegué a disponer de este primer-disco-de-la-rediviva Tina en su integridad, ni siquiera en funcional y precaria TDK, hasta que, llegado el momento, hizo acto de presencia esta flamante edición conmemorativa. Y redescubrimos a aquella Turner debutante desde la exuberancia: tan racial, pese a los excesos sonoros de la época (esas baterías robóticas, esos teclados rampantes) que arruinan I might have been queen o Show some respect. Pero quedan el soberbio megaéxito What’s love what to do with it y la semiolvidada Steel claw, el homenaje a los clasicazos del soul Let’s stay together y I can’t stand the rain. Y, claro, esa presunta versión de los Beatles, Help, que se parece al original de Lennon como huevo a castaña. Luego vendrían discos mucho más horteras, pero era imposible, en 1984, no soñar con que Tina te sacara a la pista de baile.

One Reply to “Tina Turner: “Private dancer” (1984)”

  1. Mi pregunta es…¿por qué no la dejaron hacer más rock, que es lo que ella quería?
    En un reportaje coincidiendo con su concierto de Río, su manager, Roger Davies, llegaba a decir que si fuera por Tina, sonaría como los AC/DC.
    A mí me da la sensación de que la industria no le permitió llegar todo lo lejos que a ella le hubiera gustado en el rock. Al menos en estudio, porque en directo claramente su apuesta se alejaba mucho más del pop (aunque lo incluyera porque ella tonta no era) y se acercaba mucho más al rock-soul

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