Si asumimos de una vez que los Rolling Stones llevan sin entregar material propio de estreno desde 2005 y que difícilmente incrementarán su homérico legado roquero, va siendo hora de encariñarse con los chispazos de los discípulos. En Diesel Park West no siempre habían sido tan descaradamente stonianos, pero este álbum lo es desde su título, que no queda nada lejos, claro, de Let it bleed. Constatemos que el tema titular abre la entrega con evidentes ínfulas de Jumpin’ Jack Flash y preparémonos a seguir anotando influencias clásicas e irrefutables. No escasean el bagaje ni la cualificación en las filas de los de Leicester para apuntar alto: muchos los habrían relegado al cajón del olvido, a tenor de que su anterior entrega, Blood and grace, se remontaba ya a 2007, pero aquel debut rutilante que fue Shakespeare Alabama (1989) celebra ahora su trigésimo aniversario y se ha afianzado como uno de esos discos que acaparan elogios encendidos, aunque en su día solo despachase unos pocos miles de ejemplares. El fantasma del Jagger más chulesco y deslenguado sobrevuela Living in the UK, crónica a pie de calle de un país calamitoso desde el Brexit, mientras Pictures in the hall apunta a las coordenadas de The Who y The golden mile gozaría de todas las bendiciones por parte del bueno de Ray Davies. John Butler es un tipo así de serio a la hora de agarrar lápiz, papel y guitarra: no hay influencias sin pedigrí ni tentaciones sonoras para con las modas circunstanciales. Lo único curioso, si acaso, es que no se adviertan trazas beatlemaniacas en un ecosistema tan rigurosamente británico y esencial. Pero Let it melt es el álbum franco, directo, crudo y disfrutable de unos tipos con canas y trienios, pero con la actitud de unos veinteañeros revoltosos. Y qué bueno que Butler siga sin dulcificar su voz, que sigue brotando descarada, sin cocina. El rock, como la buena materia prima en la mesa, apenas precisa de condimentos.