La curiosidad, la osadía y el talento no saben de restricciones geográficas, mal que les pese a los pequeños Trump que proliferan por el ancho mundo. Divino Niño es un cuarteto básicamente colombiano, aunque asentado en Chicago después de que su cantante y guitarrista, Camilo Medina, y el bajista Javier Forero, ambos naturales de Bogotá, se reencontraran durante una estancia previa en Miami. A la altura de este tercer álbum –que supera con mucho los logros de sus antecesores–, Divino Niño sigue grabando en la habitación del propio Medina, pero la banda no suena en absoluto descuidada; en todo caso, cándida, encantadora, soñadora y sentimental. Los teclados aportan colchones mullidos, las voces y armonías optan casi siempre por senderos etéreos y las referencias estéticas van desde el dream pop al chillwave, además de alguna conexión con los clásicos de los cincuenta y, claro, el pop iberoamericano. El resultado es óptimo, en ocasiones delicioso: sobre todo en el caso de Coca-Cola, que parece una alternativa latinizante de los Prefab Sprout de Steve McQueen. Camilo tan pronto escribe en castellano como en inglés, o entrelaza ambos idiomas (Quiero) con naturalidad y desparpajo. Foam (o sea, Espuma) es un álbum perfecto para una tarde de verano, porque proporciona ese tipo de ritmos medios y aires ligeros que cualquiera asociaría con los momentos de quietud y relajo de estos meses estivales. Pero nos hayamos ante un trabajo sólido, desde luego; ni estacional ni circunstancial. El propio tema titular o María hacen pensar en que los divinos no quieren alzar la voz para no molestar a los vecinitos de Medina, pero saben muy bien lo que se traen entre manos. Y el niño, sin duda, les ha salido tan lúcido y espabilado como juguetón.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *