Es una tercera entrega, pero se recibe casi como un disco de debut. Porque lo de los granadinos Elastic Band, que llevaban siete años desaparecidos del mapa (y, probablemente, de nuestras memorias), supone una sorpresa y un feliz desconcierto. Más allá de que la información en la cajita sea literalmente inexistente, los acontecimientos evolucionan de manera sabrosa y sorpresiva, a veces en intervalos mínimos de tiempo. Quien escuche sin previo aviso los 30 primeros segundos del álbum pensará estar ante alguna toma inédita de Prince antes de que ese breve primer corte, “Here we go”, enfile los senderos a los que nos tienen habituados los mozos de Tame Impala. Pero el nombre que más a menudo viene a la cabeza, escuchando esa voz procesada, magnética y comprimida de Pablo Román, es el de Jellyfish: psicodelia ligera con componente lúdico y melódico, por hacerle honor a esa diversión que tanto pregona el título. Tampoco hay grandes adscripciones temporales, pero sí hueco para el sobresalto: “Barry W” parece la banda sonora para una película musical de “Cine de barrio”, “Brand new thing” contempla con media sonrisa el horizonte de la Motown y “Tiger!” es una delirante incursión en el universo de las trompetas salseras. Elastic Band son muy difíciles de catalogar y muy amenos de escuchar. Como Wild Honey, si queremos buscar símiles en suelo patrio. Y mucho tendrían que cambiar las cosas para que esta resurrección no figure en las clasificaciones anuales con lo mejor de la cosecha.

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