Pocos son ya los que recuerdan a Gordon Lightfoot, y hacemos mal sometiéndolo al óxido del olvido. Rematadamente mal, como comprenderá cualquiera que se sumerja en las aguas de este disco añejo y delicioso, el más distinguido que nos ha legado su firmante; el único que aún aflora pálidamente, en alguna que otra ocasión, por los páramos de la memoria. Y hablamos de alguien que en noviembre de 2018 alcanzaba la muy respetable (y venerable) condición de octogenario, aunque tampoco se aprovechara entonces para reivindicarlo.

 

Lo mismo da. Mientras tanto concedámonos el goce de estas 11 canciones, su deslumbrante debut para Reprise, aunque Gordon fue autor y artista precoz y ya acumulaba un llamativo puñado de álbumes a sus espaldas. Dato curioso y muy infrecuente: el disco salió a la calle con el título de Sit down young stranger, pero la discográfica decidió modificarlo a las pocas semanas tras comprobar la acogida de If you could read my mind, una de esas baladas sentidas, bellísimas, sencillamente inmortales. Y con unos arreglos de cuerda preciosos, una constante en otros momentos del álbum: Approaching lavender y la también espléndida Your love’s return.

 

Lightfoot militaba en la misma liga que otros grandes cantautores con enorme instinto para la melodía, en particular los malogrados Harry Nilsson y Jim Croce. En su caso, supo diversificar el acercamiento folkie, rodearse de cerebros preclaros (la producción de Lenny Waronker, la mandolina de un jovencísimo Ry Cooder en Cobwebs & dust) y hasta disponer de un olfato pasmoso para el único tema ajeno. Su lectura de Me and Bobby McGee, de Kris Kristofferson, fue la primera de una pieza que poco después alcanzaría un eco fabuloso en la voz de Janis Joplin. No hay un miligramo de grasa en este LP; solo un enorme caudal de ternura. Eso para lo que, como dirían nuestros clásicos, siempre hay tiempo.

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