La fascinación absorta que provoca el llamado blues del desierto adquiere una nueva dimensión en el caso de Imarhan. Los argelinos prolongan el impacto que viene produciendo en los oídos occidentales esta música reiterativa, magnética y punzante, circular en sus estructuras para generar esa sensación de mantra y embeleso, pero añaden un ingrediente de eclecticismo y finura que incrementa aún más el efecto de la adicción. Los parámetros son los mismos que aprendimos a partir de la irrupción internacional de Tinariwen, solo que Aboogi incluye una pátina adicional de sofisticación y cuidado, una minuciosidad que no resta un ápice del sabor originario pero agrega el pellizco adicional que confieren la sal, pimienta y demás especias.

 

En realidad, la fascinación por Imarhan ya era irrenunciable a partir de Imarhan (2016) y Temet (2018), los dos antecesores del disco que ahora nos ocupa. Ya en ambos casos contaba el quinteto con la proyección global que les confiere un sello como City Slang (Calexico, Lambchop, José González, Tindersticks…), pero Aboogi representa su primera grabación en un estudio profesional y un refrendo más evidente de que estos tuaregs nómadas no practican la endogamia y son permeables a otras modalidades de blues y al impacto del jazz contemporáneo o del rock occidental. Prevalecen esas guitarras pellizcadas e hipnóticas de la cultura originaria, pero aquí el desierto se convierte también en recuerdo y nostalgia. Y esa tristeza contemplativa se filtra en páginas tan endiabladamente hermosas como Temet, TinDJatan o, sobre todo, Achinkad, el fabuloso tema inicial.

 

Ha explicado Iyad Moussa Ben Abderahmane (“Sadam”, para facilitarnos la cosas en términos artísticos) que aboogi es el nombre que reciben los cimientos de las toscas viviendas tradicionales en el sur de Argelia. La metáfora para simbolizar estas músicas ancestrales es insuperable, más aún si la grabación tuvo lugar en Tamanrasset, el municipio natal de la formación. Pero ya se sabe que desde el rincón más recóndito podemos alcanzar latitudes muy lejanas, y el mejor ejemplo lo encontramos en la página final del disco, Adar newlan, que reúne a Imarhan con Gruff Rhys, el que fuera hombre fuerte de Super Furry Animals. Rhys canta en galés, otra otra lengua de ínfima implantación, y la intersección entre esos dos lenguajes de sonoridades tan extrañas al oído de las mayorías genera una belleza refulgente. Y la curiosidad incontenible entre quienes no se contenten con las evidencias y quieran descubrir aún nuevos y lindísimos tesoros.

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