A veces, las grandes ideas surgen de felices accidentes. James Yorkston y Nina Persson no habían trabajado juntos y nadie había pensado de antemano en la incorporación de la cantante de The Cardigans para esta nueva hechicería entre el bardo escocés y sus camerísticos amigos nórdicos, con los que hizo muy buenas migas para The wide wide river (2021). Pero el nuevo cancionero de nuestro hombre de la eterna visera había nacido por vez primera al piano en lugar de la guitarra, y su carácter más íntimo y contenido parecía sugerir el contrapunto de una segunda voz femenina. De ahí que los Second Hand tirasen de agenda y le propusieran la aventura a la amiga Persson, que enseguida pasó de colaboradora a cómplice y, de ahí, a copartícipe.

 

Y qué bien que de esa carambola podamos encontrarnos ante este monumento a la hermosura.

 

Las voces de Yorkston y Persson se parecen poco, pero maridan como si hubieran pasado media vida esperándose. La de él es desvencijada, tal que si fuera a resquebrajarse en cualquier momento y solo quedase una ristra de pedacitos pequeños. La de ella es trémula pero también firme, mucho más precisa pero siempre tan acogedora como el más estrecho de los abrazos. James protagoniza momentos en solitario particularmente conmovedores, como la queda y bellísima A sweetness in you o esa lenta y solemne A forestful of rogues, que parece quedar casi suspendida y gravitando en la estancia. Pero cuando los dos protagonistas se superponen, como en Mary, la traviesa Keeping up with the grandchildren, yeah (que parece coescrita junto a Belle and Sebastian) o la pastoral y sublime The harmony, todo cobra el más cabal de los sentidos.

 

Hay muchos discos intimistas, sin duda. Son muy pocos, en cambio, los que logran implicar y paralizar al oyente como acontece aquí. Por ejemplo The great white sea eagle, el tema titular, es un largo recitado de Yorkston, casi un susurro, que desgrana un emotivo mensaje de redención mientras sus amigos hacen uso de instrumentos y tarareos en un pianissimo sostenido. Las piezas habladas de Van Morrison (On Hyndford Street, pongamos por caso) parecen asomar por el retrovisor. Otras veces, el saxo de Lina Langendorf amaga con escenarios de jazz liberador (The heavy lyric police), lo que, bien pensado, también tiene algo de vanmorrisoniano. Queda claro, en cualquier caso, que esta especie de folk camerístico erigido entre el escocés, la noruega y los suecos bien merece que nos regalemos tres cuartos de hora de escucha con los ojos firmemente cerrados.

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