Hay mucho de llamativo y mediático en la figura de Jess Gillam. También, sin duda, de meritorio. Gillam ha empezado a llamar irremediablemente la atención entre medios generalistas por su condición de fenómeno, de personaje merecedora de titulares incontestables en términos de objetividad: es la primera saxofonista que graba en un sello discográfico tan venerado como Decca Classics, ha compartido nominación con Lang Lang en los últimos Global Awards, su fulgurante presencia se ha hecho realidad incluso en un templo como el Royal Albert Hall y, por si fuera poco, dirige un programa en la Radio 3 de la BBC. Y todo ello, atención, a los 21 añitos. Una historia de incuestionable relevancia periodística. Si añadimos el componente de imagen, esa sal y pimienta de la transgresión que suponen las chaquetas estampadas en mil colores siempre chillones y la profusión de tintes capilares, queda claro por qué las imágenes de Jess comienzan a proliferar en el papel satinado de las revistas. Lo curioso es que aún no se haya hecho hincapié en un detalle entrañable: una chavala joven que aspira a llevar la música clásica a otros públicos y combate su sacralización escoge como pieza de apertura de este primer álbum una pieza de… ¡Pedro Iturralde! Pequeña Czarda sirve para constatar el virtuosismo evidente de esta jovencita y supone un regalo precioso para nuestro decano del jazz justo en el año en que don Pedro conquista la condición de nonagenario. Rise es un disco de eso que ahora se llama crossover y que otros abreviarán bajo la denominación de revoltijo. Porque hay algo de querer contentar a todos en un trabajo que bebe de la clásica (Dowland, Marcello, Shostakovich) pero no se resiste a la tentación de las bandas sonoras (Nyman, Williams, el tema central de Love story) y termina rindiéndose al pop a través de Kate Bush (This woman’s work es, sin duda, la elección más original en cuanto a repertorio) y de Where are we now?, una melodía tan fascinante de David Bowie que ya ha conocido alguna aproximación jazzística y seguirá generando, con seguridad, nuevas lecturas. Gillam es una gran instrumentista, pero Rise no es un disco unitario, ni revelador, ni decisivo. Casi parece más un catálogo a modo de presentación, una guía para el oyente sobre todas las cosas de las que es capaz. Llegarán trabajos de mayor enjundia, es de suponer, pero tengan claro que su nombre seguirá creciendo en popularidad.

 

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