Sí, sí, hemos leído bien. Este disco aparece firmado por John Oates, el mismo John Oates que conocíamos, aquel señor moreno y con bigote que integraba junto a Daryl Hall uno de los dúos más exitosos en la historia de la música popular. Cuesta (mucho) identificar su voz, que se ha vuelto térrea, granulada, esencial. Y cuesta todavía más ubicarle estilísticamente en estas coordenadas: el dulce soul de ojos azules que le garantizó fama y posteridad ha dejado paso a este baño integral en el delta del Mississippi. Creedme: hay aquí bluegrass a raudales (la mandolina la aporta Sam Bush, ojito), pinceladas de góspel y descargas de blues tan solventes como “Pallet soft and low”, pletórico arreglo de una pieza tradicional. Incluso John firma “Dig back deep” con el pulso resuelto de un émulo masculino de Bonnie Raitt. Al neoyorquino le acompañan la solvencia de una carrera dichosa y la certeza de que, a sus casi 69 años, puede y debe permitirse lo que le dé la real gana. Pero “Arkansas” no suena a capricho de millonario maduro, sino al homenaje amoroso de quien, pese a sus muchas conquistas, nunca ha podido olvidarse de su primera gran novia. Solo desde el amor llega a nacer una lectura tan hermosa como “Miss the Mississippi and you” (prestada de William Heagney) o un acercamiento tan cálido a la archiconocida “Stack O Lee”. Oates no es nada ostentoso, canta sin disimular bagaje ni veteranía, opta por unos arreglos con mucha más finura que pompa y nos embarca en su aventura durante unos prudentísimos 33 minutos. Pero este disco pequeño y modesto de un hombre que podría recurrir a las ínfulas termina resultando un hallazgo encantador.

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