El tiempo se ralentiza nada más comienza Windflowers, con la voz narcótica de Casper Clausen dominando Alien arms desde los primeros compases, ese bajo pesado deslizándose en un portamento recurrente, los arabescos electrónicos sacudiendo despacio el fondo sonoro y las percusiones pugnando por incurrir con tono solemne, casi marcial, hasta que a los tres minutos, ¡tres!, la pieza echa definitivamente a andar entre mullidos colchones sintetizados. Es para entonces que Clausen y sus consortes femeninas nos repiten una y otra vez, casi como en un mantra: “Déjame entrar en tu corazón”. Y nosotros, a esas alturas, hemos claudicado y abierto a pares todas las puertas. Cómo no.
En ese éxtasis cósmico en el que nos hayamos sumidos, los daneses Efterklang deciden enlazar Alien arms con la más escueta Beautiful eclipse sin un solo segundo de pausa, para prolongar durante otros tres minutos esa sensación de vuelo planeante. Cada compás pesa y se va sedimentando hasta que, ahora sí, unos brevísimos segundos de pausa señalan que nos adentramos en Hold me close when you can, sublime conexión afectiva ante la que ya no hay manera de resistirse. La pieza transcurre lenta, bellísima, arropada por las cuerdas, alterada mínimamente por una especie de tormenta de frecuencias. Desde los tiempos de los mejores Talk Talk o de The Blue Nile no escuchábamos ese peso, ese poso.
Hold me… y su breve prolongación, Lady of the rocks, son tan soberanamente bellas que el trío de Copenhague decide cambiar el paso con una cara B más rítmica, agitada y electrónica, en la que los efectos sonoros dejan hueco a la percusión franca y el compás binario. El efecto no es tan hipnótico; o puede que el trance se prolongue, pero de una manera más acelerada, con las obsesivas y nuevamente fabulosas Dragonfly o Living other lives. Y esa otra vía de la fascinación se agudiza con el capítulo final, el más extenso Åbent sår, casi ocho minutos marcados por la perturbadora presencia de Axel Willner, el hombre detrás de The Field. Sigur Rós –ahí es nada– no lo harían mejor.
No hay muchas oportunidades de sobrevolar un álbum tan delicado como Windflowers, de quedarse absorto con el minimalismo obsesivo de Mindless center, donde de pronto la voz de Casper ha pasado de la fragilidad aguda a una oración grave. Hay mucha más música reconcentrada en estos 40 minutos de viaje que en torres y torres de discos compactos inanes.
Maravillosa crítica, Fernando.
Muchísimas gracias, Nacho!!