Kamasi Washington es un sinónimo casi perfecto de exuberancia. Por eso mismo, la escritura de música para un soporte audiovisual forma parte de las actividades en las que su talento se ve abocado a desbordarse. Becoming resulta una obra prodigiosa como banda sonora, pero a la vez una entrega constreñida si la concebimos no ya como un complemento a otra obra, sino como un nuevo trabajo discográfico del genio angelino. No hay manera de acotar a un hombre de imaginación desparramada si no es por exigencias del guion, y eso es justo lo que acontece en este caso.

 

Hay aquí una catarata de ideas en eclosión, una avalancha de arreglos suntuosos, unas cuantas melodías sencillamente embaucadoras. Al mismo tiempo, nos quedamos con las ganas de más. No ya por la brevedad de la entrega en términos cuantitativos, 30 minutos exactos, sino por la sensación de que muchos títulos se quedan aquí en apuntes, en esbozos. Ideas que, precisamente en unos dedos como los de Kamasi, podrían dar margen para unos desarrollos vertiginosos y extensos. De ahí la condición paradójica de una banda sonora magnífica: ahora que hacen fortuna las revisiones bajo la etiqueta de Director’s cut, esta partitura nos deja con las ganas de una “versión del compositor”.

 

El documental de Netflix sobre la vida de Michelle Obama se convierte así en un reto de primera magnitud. El hombre habituado a los álbumes dobles y los desarrollos durante largos minutos de vuelo libre ha de circunscribirse aquí a definir un total de 15 pasajes durante media hora de reloj. Cuentan que el genio de la Costa Oeste se inspiró en lista de reproducción elaboradas por la propia Michelle para impregnar su música con la esencia de la protagonista del filme. De ahí, sin ir más lejos, el insólito aroma a bossa que tiñe el movimiento inaugural, Shot out of a cannon. El aire a brisa marina y jazz ambiental en muchas de estas miniaturas fascinantes. Las apelaciones más al soul de Curtis Mayfield que al post-bop o el jazz de vanguardia. Difícil no inmutarse, por eso mismo, cuando el rugido del órgano Hammond B-3 irrumpe en Southside.

 

Música, pues, excitante y fugaz. Tanto como para que los dos últimos cortes, I am becomingSouthside v.2 sean los que dejan mayor sensación de plenitud, justo porque el minutaje en ellos alcanza cotas más convencionales. Washington dispone una alineación fascinante, con cuatro efectivos en los vientos (papá, Rickey Washington, vuelve a hacerse cargo de las flautas), una sección de cuerda de ocho integrantes y cinco músicos más para cubrir guitarra, piano, teclados, bajo y batería. Es una filigrana o, como decíamos al principio, otro ejemplo de exuberancia pura. Y sí, nos quedamos con ganas de más. Pero, tratándose de Kamasi, parece más que probable que nos abastezca de material nuevo y abundante a no mucho tardar.

 

 

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