El llamado blues del desierto es una música fascinante e hipnótica como pocas, más allá de las apreciaciones (o prejuicios) de quienes dicen “estar escuchando siempre la misma canción”. Pero esos oyentes más circunstanciales y menos acostumbrados al ritual sonoro de los tuaregs pueden encontrar un aliciente súbito para abrir de par en par los oídos con esta intersección entre los sonidos provenientes de una formación enraizada en una cultura milenaria y el alboroto capaz de generar un productor italiano de música electrónica. El juego de contrastes es equilibrado, paritario. Y funciona. Llamémoslo etno-tecno, afrofuturismo o como queramos. En realidad, asistimos a un big bang creativo de primera magnitud.
Los 11 integrantes del M’berra Ensemble son músicos malienses recluidos en el campo de refugiados de M’berra, Mauritaria; un lugar desolado y de humildad estremecedora, por lo que vemos en las imágenes, que inevitablemente nos recuerdan a las escenas de nuestros hermanos saharauis. Hasta ese enclave del África Occidental, muy cerca de la frontera con Mali, se traslada en 2017 el productor y pinchadiscos Khalab por intermediación de la principal ONG italiana para las emergencias internacionales, Intersos, y en compañía de la etnóloga Barbara Fiore, especializada en cultura tuareg. Fiori es la que va ejerciendo de enlace hasta que las barreras culturales, geográficas y lingüísticas saltan por los aires. Curfew es electrónica pura que imita el sonido más tradicional del desierto, y antecede una grabación de campo pura y ancestral, The griot speaks, antes de someternos a esa especie de autorretrato para el trance que es We are M’berra.
Ha habido muchos intentos antes de fusionar lenguajes, tradiciones, estilos. El de Khalab, con su visión desprejuiciada y carente de límites y apriorismos, es de los más valientes y honestos que se nos vienen a la cabeza. El italiano se fijó un cuadro mental de siete disyuntivas, África/Europa, Desierto/Lugares cerrados, Tradición/Experimentación, Pasado/Futuro, Calor sofocante/Frío helador, Guerra/Paz, Libertad/Cadenas, para definir su propio ecosistema de trabajo. En esas coordenadas acontecen estos 38 minutos de viaje alucinante y en ocasiones abiertamente bailable, como con Reste À L’Ombre o Dancing in a desert moon. La crudeza del secarral mauritano no mueve a la envidia, pero la capacidad de esta alianza para propiciarnos un vuelo panorámico tan alucinante, sí. La música, una vez más, nos embarca en un viaje sin movernos del sitio. Sin fronteras ni pasaportes. Ojalá M’berra sirviera para conocernos mejor.