A Michael Samuel Kiwanuka nunca le gustaron las prisas, en ninguna de sus variantes ni acepciones. Y semejante circunstancia, lejos de que le consideremos un remolón, le convierte ahora mismo en un revolucionario. Abogar por la vida cadenciosa constituye un acto de rebeldía, así que celebremos a Kiwanuka como un auténtico y maravilloso transgresor por la vía de la cámara lenta. Ha tardado cinco años en entregarnos un nuevo elepé que dura apenas 40 minutos, evita los sobresaltos, elude cualquier amago de single aparatoso o rutilante y asume desde su propio título un escaso apego por la evolución brusca. Y el resultado, sin necesidad de fanfarrias ni oropeles, es sencillamente fascinante.

 

Esos “pequeños cambios” a los que alude nuestro londinense de sangre ugandesa son tan tibios que el mismo productor que le sustentó con ocasión de Kiwanuka (2019), el álbum coronado a los pocos meses con el premio Mercury, vuelve a sentar ahora los cimientos de Small change. Danger Mouse se encarga de que todo suene sereno y profundo, solemne pero no ampuloso, y a partir de ahí Kiwanuka despliega unos originales donde casi nada es obvio y casi todo, muy hermoso. Las cartas quedan expuestas sobre la mesa desde la apertura, ese Floating parade que invoca desde los primeros compases el espíritu del Marvin Gaye de 1971 pero introduce, como buen “desfile flotante”, un sabroso y sutil aderezo de psicodelia. Se trata de una lisergia finísima, casi latente, pero el matiz se vuelve fascinante. Sobre todo cuando reparamos en que Lowdown avanza entre brumas y con una línea ensimismada de bajo, heredera directa de Roger Waters, para desembocar en una fabulosa prolongación instrumental, Lowdown (part ii), que gravita por armonías difusas y habría encontrado acomodo instantáneo en el Wish you were here de Pink Floyd.

 

Es esa sensación de música en suspensión etérea, sin un sustento armónico convencional, la que hace de Small changes un álbum mayúsculo a través de cortes como Follow your dreams o Stay by my side, títulos tópicos para desarrollos absortos. Porque Michael, más que cantar en la estela de su adorado Curtis Mayfield, a veces parece aquí inmerso en oraciones ensimismadas. No siempre. Small changes o One and only son baladas profundas y solemnes, pero enraizadas. Ahora bien, no hay en estos 11 cortes un solo gramo de ramplonería. Tampoco el más mínimo amago de apretar el acelerador. La vida debería ser así: olvidarse de todo durante 40 minutos, embriagados de emoción y belleza. Frenar en seco. Escuchar. Emocionarse. Una pretensión poco menos que suicida a la altura de este 2024.

2 Replies to “Michael Kiwanuka: “Small changes” (2024)”

  1. Desde el primer día que lo escuché, sabía que era cuestión de tiempo que Small Changes de Michael Kiwanuka apareciera en tu selección diaria.
    La verdad es que es una delicia escuchar esta maravilla. Serenidad y sonidos bien escogidos.
    De lo mejor que he escuchado últimamente.
    Como tú dices, es un disco “sin prisa”, y así hay que escucharlo y disfrutarlo.
    No conocía a este artista y me ha sorprendido gratamente. Así que ya de paso, he rebuscado entre su pasado y me he encontrado con “Love & Hate”, que también es muy recomendable.

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