Situemos antes de nada las coordenadas principales. Laura Marling acaba de cumplir en febrero 30 añitos de nada, pero este es ya su ¡séptimo! disco, proyectos paralelos aparte, y acontece cuando, como avisa el propio título, la magia y el vértigo de la maternidad ya se han incorporado a su vida. Lleva la británica llamando (mucho) la atención desde hace tiempo, pero Song… sucede a Semper femina, una obra sencillamente estratosférica que a la fuerza habremos de encuadrar entre los tres o cuatro mejores discos de 2017. Y lejos de servir como prolongación, constituye un giro significativo: al margen de que la feminidad siga estando muy presente en el argumentario, este es un álbum más ecléctico y luminoso que aquel, marcado por unos arreglos de cuerdas que aquí solo afloran ocasionalmente.

 

Subraya Marling que prescindió de discográfica y oficina de representación tras Semper femina para propiciar un cambio de paso, necesitada de sentir el “vértigo” de no tener mucha idea, por vez primera, cuáles iban a ser sus objetivos inmediatos. El resultado, con o sin red de seguridad bajo sus pies, vuelve a ser, por segunda vez consecutiva, sencillamente conmovedor. Los cuatro primeros cortes del trabajo optan por la efusividad y los seis siguientes se encuadran en una tesitura de mucha mayor introspección. En cualquiera de los casos, Marling merodea las más altas capas de la atmósfera. Maneja en la voz un vibrato estremecedor. Es una compositora mayúscula, siempre entre la vulnerabilidad y el coraje. Se maneja a las mil maravillas con la guitarra acústica. Y atrapa las esencias del folk y la canción de autor con una naturalidad pasmosa: Hope we meet again es la confesión rabiosamente actual de una muchacha que tiene interiorizados en las manos los arpegios de Don’t think twice, it’s alright. 

 

No es Dylan, en cualquier caso, la principal influencia de Laura, sino, evidentemente, Joni Mitchell. De manera flagrante en el caso de Alexandra, el tema inaugural; pero también de forma muy acentuada en The end of the affair y, en general, casi en cualquier momento del recorrido. Para la pieza más acelerada en términos comparativos, Held down, admite sentirse inspirada por McCartney en sus años de los Wings. Puede que el influjo sea menos evidente de lo que ella siente o piensa. En cualquier caso, ya ni los millenials se resisten a manifestar que Macca ha sido un faro siempre; incluso durante los setenta.

 

Hasta el gesto y la apariencia de Marling en la portada recuerda la imagen de Mitchell en Ladies of the canyon (1970). Si este trabajo llega a oídos de la canadiense, habrá de sentirse orgullosísima. Laura es hipersensible, empática, volátil: ha puesto el disco a disposición de sus seguidores en las plataformas porque “necesitaba” compartir estas canciones en las circunstancias actuales, pese a que Song… estaba previsto para el verano. Más allá de pandemias, calendarios, zozobras y enfermedades, hay motivos aquí en abundancia para pensar en la capacidad de Laura Marling como autora de páginas eternas.

 

 

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