Es bastante probable que Madonna Louise Ciccone acabe de rubricar el trabajo más inesperado y desconcertante de su carrera, lo que en el caso de una artista que sopló en agosto las 60 velas en la tarta, lleva treinta y muchos años en el disparadero y suma ya 17 álbumes de estudio en el currículo supone de por sí un mérito indudable. Madame X representa a la Madonna sexagenaria lo que el fascinante Ray of light supuso para aquella mujer que entonces, allá por 1998, pulsaba la tecla de Reset coincidiendo con su llegada a la mediana edad. La Ambición Rubia opta por el volantazo, se vuelve descaradamente inconformista y prefiere la reinvención a cualquier mera reformulación del discurso. Puede influir que de su anterior entrega, Rebel heart (2015), solo recordemos su condición de disco extenso, casi extenuante; o que llevar dos años afincada en Lisboa le facilite una visión mucho más panorámica sobre las periferias artísticas. Lo más probable, en cualquier caso, es que este disco rabiosamente libre sea consecuencia del inconformismo, el mejor atributo que puede atribuírsele a una mujer que desde hace muchos años no es solo cantante, sino icono. La Ciccone se escora hacia la lusofonía (atención a la oscura y absorbente Killers who are partying, donde se erige en salvadora de media humanidad, y a la endiabladamente pegadiza Faz gostoso), pero también legitima por dos veces al colombiano Maluma, que exuda testosterona en Medellín y la más provocativa Bitch I’m loca. (El mismo apelativo, en inglés y portugués, se lo atribuye la firmante en Crazy). Hay pocas invitaciones aquí a la pista de baile, y a cambio muchas locuras entre divinas y estrafalarias. La más descabellada de todas, la incorporación del Cascanueces de Tchaikovski en forma de cantinela robótica a Dark ballet. La más traviesa, la asunción del ritmo brasileño más callejero con Batuka. Y la mejor, el ritmo hipnótico de Come alive. Madonna va a su aire, se aparta del mercado anglófono dominante y propicia el probable soponcio de algún directivo discográfico. Pero quizá, con la perspectiva de los años, acabemos viendo esta Madame X como una jugada maestra.

 

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