Las sorpresas se aceleran y multiplican en torno a Durand Jones, un tipo del que sabíamos muy poco hasta que decidió incrementar de manera exponencial los motivos por los que sentirnos fascinados en torno a su figura. Después de un tercer disco fascinante y aún reciente al frente de sus The Indications (Private space), una banda que también ha ido creciendo y deslumbrando cada vez que asomaba la cabeza, la cuarta entrega de Jones es tan íntima, sentida y poderosa que solo podía traducirse en un estreno en solitario. Y una obra para escuchar despacio, en silencio y con asombro creciente, porque en cuanto a sinceridad y capacidad de conmoción nos encontraremos con pocos ejemplos que le hagan sombra.

 

Jones se lanza a un retrato en gran medida autobiográfico y sin filtros, un desnudo afectivo que le convierte en una figura poliédrica y de hondura abisal. Y la piedra angular en ese sentido la representa, sin duda, This feeling, el relato de un primer amor temprano y malogrado con un chico cajun. Durand afronta así esta sobrevenida dimensión de referente LGTBI con una balada doliente y de emotividad disparada, cuatro minutos de soul profundo y ralentizado que comienzan casi en un susurro y van aportando riadas de escozor y orgullo a medida que la frustración y la pena, pero también la nostalgia, van incorporándose a la ecuación. Para entonces, la guitarra eléctrica y las cuerdas han convertido el comedimiento inicial en un apoteósico torbellino sonoro.

 

Inmerso ya en el reto de contárnoslo todo y hacernos partícipe de episodios vitales de relieve, aunque incomode reconocerlos, Sadie nos adentra en un romance fugaz pero intenso con una mujer casada, y nuestro protagonista lo aborda con la mirada puesta en el mismísimo Sam Cooke (Durand especifica también su afinidad con Brittany Howard) y el refrendo de unas guitarras eléctricas para agrandar de nuevo el voltaje emocional de las revelaciones. Pero así son las cosas en este autorretrato crudo, visceral y realmente bello de un hombre que para este estreno solista fue ordenando canciones, vivencias y sentimientos durante casi diez años, desde antes incluso de debutar al frente de sus Indications.

 

Lo que con su (extraordinaria) banda se traducía en estallidos de soul refulgente aquí es pasión con efectos retardados pero impacto demoledor. Durand aprovecha un par de interludios hablados para situarnos en su pequeña ciudad natal de Hillaryville, Louisiana, en las profundidades de un sur humilde y complejo desde el que ir descubriendo cómo de difícil y fascinante puede llegar a ser “esta cosa llamada vida”. El blues y el góspel tenían que comparecer, inevitablemente, y el capítulo más espectacular en ese apartado en ese sentido lo representa Wait til I get over, un tema central para el que nuestro soulman multiplica una y otra vez su propia voz hasta erigirse en un abrumador coro de un solo hombre.

 

Para entonces ya nos había sorprendido con un arranque atípico y profundamente bello, Gerri Marie, en el que el piano solo hallará la compañía de un cuarteto de cuerda, mientras que Lord have mercy hunde los pies en el southern soul más quintaesencial. Y nos quedan aún atracones de talento como Someday we’ll all be free, versión estratosférica del clásico de Donny Hathaway, salpimentada para la ocasión con una parte rapeada a cargo de Skypp.

 

El carrusel autorreferencial desemboca, al fin, en un último y extenso capítulo de casi ocho minutos, Letter to my 17 year olf self, con el que Durand Jones se reivindica desde la vulnerabilidad, las contradicciones y la superación. Es muy valiente todo lo que hace y dice a lo largo de todo el álbum. Y es, sobre todo, revelador de un talento que dábamos por descontado, pero que ahora empieza a parecernos descomunal.

 

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