Margo Price comenzó hace menos de un lustro bajo la tutela de Jack White y desde entonces no ha perdido la distinción ni la exquisitez a la hora de buscarse compañeros de viaje. Después de dos entregas para Third Man Records ahora forma parte de la escudería Loma Vista, que tampoco suena nada mal. Y detrás de la mesa de grabación ha supervisado todo el proceso Sturgill Simpson, casi ya tan cotizado como productor que cuando ejerce de apóstol del nuevo country alternativo. Asentada en Nashville y con una banda sencillamente de ensueño, en la que Benmont Tench (The Heartbreakers) se encarga personalmente de los teclados, nada podía fallar en este siempre-decisivo-tercer-álbum.

 

Y Margo, en efecto, se gradúa.

 

Ha costado, porque este disco se ha aplazado en un par de ocasiones por la pandemia. Pero ya está entre nosotros. Lo mejor de Price es que, aun habiéndose cultivado en círculos más bien ortodoxos de la nueva música vaquera, nunca ha perdido el pulso a la escritura ni su condición, en último extremo, de cantautora. Se ha marchado a grabar a Los Ángeles, quizá por aquello de que la esencia campestre no lo impregnase todo. Y el estupendísimo tema titular, que además sirve para abrir la colección, incluye el mejor de los indicios: Margo podría ejercer como la nueva Stevie Nicks.

 

El resto alterna, siempre con nota alta, las querencias vaqueras con las del rock americano. Irrumpe un irresistible coro de góspel en Hey childPrisoner of the highway (¿existe un arquetipo más yanqui que el de la autopista?), pero también descubrimos que Stone me la habría firmado de buen grado Tom Petty. Y seguro que Tench sintió más de un escalofrío dando cuenta de ella.

 

Hay incluso sitio para la travesura en el caso de Heartless mind, un divertimento que los más puristas considerarán un verdadero incordio: sus teclados son tan desmadrados y machacones que nos vendrá mucho antes a la cabeza Cindy Lauper que, pongamos por caso, Loretta Lynn. Margo iluminó este álbum mientras engendraba a su hija Ramona, y ese componente de intensidad serena que aporta la maternidad puede trasladarse a diversos momentos del trabajo; el más evidente, ese cierre solemne, pero también guitarrero, que es I’d die for you. Ramona tendrá tiempo de estar orgullosa de mamá. No es para menos.

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