Veintitantos años después de que dieran sus primeras señales de vida, nuestros niños granadinos ya no son ningunos chiquillos, pero sí hacen alarde del adjetivo que asumieron como bandera. A la altura de un undécimo disco existen, sin duda, suficientes elementos diferenciadores con los que podemos percibir la esencia de nuestros cuatro viejos amigos casi al instante, pero la capacidad de reinvención y reformulación se erige aquí en un empeño probablemente más acentuado que en ninguna de las ocasiones previas.

 

Después del traumático Diez (2017), el álbum-catarsis con el que los Mutantes decidieron seguir vivos después de haberse tirado los trastos a la cabeza, está claro que la banda ya no puede sino operar a puertas (o ventanas) abiertas, dejándonos husmear en el interior hasta descubrir buena parte de los entresijos. De ahí ese empeño de Ventanasen la transparencia, de escudriñar otros horizontes mientras nosotros nos colamos en la sala de máquinas y nos hacemos partícipes de los secretos de la embarcación.

 

La idea de partida es arriesgada, insólita y brillante: empezar de cero (pero con el bagaje a cuestas), sin ensayos y repartiendo esfuerzos y repertorios en los cuarteles generales de cinco productores distintos, a razón de dos canciones por estancia. El juego más divertido –pero no siempre sencillo– para el oyente sería aquí que intentara descubrir la procedencia de cada título antes de corroborarla en el libreto (menudo diseño primoroso, por cierto).

 

La gran sorpresa es el debut en la producción de Christina Rosenvinge, que intensifica la oscuridad en No una másy aporta su voz para la preciosa La ausente, uno de esos guiños a la canción latinoamericana a los que también últimamente se han aficionado los chicos de Vetusta Morla. Los ecos del continente hermano, sutiles pero frecuentes durante toda la entrega, vuelven a asomar en Camino perdido, que proviene del cuartel de operaciones de Raúl Pérez junto a la enrabietada, demoledora y excelente Un tiro en el pie. El mayor empeño transformador proviene de la alianza con Carlangas (Novedades Carminha), de la que sale una deliciosa ambrosía funk, ese Todo tiene un precio que supone lo más audaz, diferente y pegadizo de todo el trabajo. Las aportaciones electrónicas de Noni (Lori Meyers) funcionan mejor para Una nocheque con Oxígeno, y lo más quintaesencial de la banda resurge, bajo las órdenes de Ángel Luján, en dos zarpazos tan poderosos como Palabras para Julio (con guiño y cita para Goytisolo) y Húndete.

 

Así se redondea un disco breve pero muy sustancioso, una colección en la que no dejamos de recibir estímulo y sorpresa. Y en la que, una vez más, queda claro que el nivel estratosférico como letrista de Juan Alberto Martínez (“Has vuelto a suspender el examen de conciencia / y eso que conocías el temario de memoria”), tan por encima de la media peninsular.

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