¿Cómo hemos podido permanecer tantos años sin acordarnos de Norma Tanega? Esta mujer de padre filipino y madre panameña, nacida en 1939 en la pequeña ciudad californiana de Vallejo, se convirtió en 1966 en una prodigiosa pionera del folk-rock femenino con la adorable Walkin’ my cat name dog, que no quedaba nada lejos de las enseñanzas de The Mamas & The Papas pero introducía un factor de humor tierno, cándido y, sobre todo, inesperado. Tanega, fallecida por cáncer de colon en fechas recientes, el 29 de diciembre de 2019, lo tendría todo para que algún documentalista avispado rastreara en su figura sin par como la de Rodríguez para Searching for Sugam Man.

 

Fue exótica como Vashti Bunyan, intrigante como Linda Perhacs, amante de la psicodelia pero capaz de entusiasmar a una jazzista como Blossom Dearie. Negra, lesbiana, amante de Dusty Springfield, alumna predilecta de George Gershwin… Norma reunía demasiados ingredientes del máximo relieve como para conformarnos solo con aquel éxito y álbum homónimo del 66. Y este fabuloso trabajo de reconstrucción de su legado, a partir de 28 grabaciones que abarcan los siete años más prolíficos de su faceta musical, saciará muchos paladares sedientos.  Sobre todo cuando escuchemos joyas de valor tan incalculable como la que da título a la colección: misteriosa, bella, espiritual, pegadiza. Irresistible.

 

Además de aquel álbum de debut, 1971 vivió la edición de un segundo elepé sencillamente fabuloso, I don’t think it will hurt you if you smile, que reunía sobre todo canciones inspiradas por el romance con Springfield. Cuando descubramos las armonías y, sobre todo, el fascinante arreglo de cuerdas para Magic day comprenderemos que las enseñanzas de Nick Drake no estaban cayendo en saco roto. Pero antes, en 1969, acontecieron las sesiones para la Capitol de un disco, Snow cycles, que nunca llegó a ver la luz y que aquí desempolvamos con un par de ejemplos significativos.

 

Lo mejor de I’m the sky es que su interés resulta intrínseco: no hace falta figurar de antemano entre los admiradores de Tanega para admirar la riqueza de estas grabaciones, casi siempre de calidad elevada, incluso en el caso de las maquetas. Hay ejemplos de escritura compleja y otros mucho más folkies e impregnados de la escuela del Greenwich Village, pero también de la campiña británica (Love is such a happy thing, uno de los títulos absolutamente inéditos hasta ahora). Incluso encontramos piezas abiertamente cómicas, como If I only had a name like Norma Tanega. Son dos discos no muy extensos, pero se nos pasarán en un vuelo. Y multiplicarán las ganas de averiguar más sobre una figura poliédrica, adictiva, interesantísima.

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