Prince Rogers Nelson ya había sembrado abundantes muestras de genialidad arrolladora en su tercer y cuarto discos, los tórridos y sicalípticos Dirty mind Controversy, pero el mundo aún no estaba del todo preparado para abrirse bien de orejas. Con 1999, que ahora recobra actualidad con esta reedición merecida y extraordinaria (hay una versión apoteósica para bolsillos muy saneados), todo cambió para siempre.

 

El primero de los álbumes dobles del Príncipe de Minneapolis, un formato que siempre se le dio bien (pensemos en Sign o’ the times, de 1987 o incluso en el maravilloso triple Emancipation, de 1996, que este año ha vivido momentos de reivindicación), 1999 supone el momento en que el genio deja de ser un secreto para gourmets, se erige en artista masivo y prepara el territorio para la apoteosis gloriosa que sería su siguiente entregaPurple rain.

 

Reescuchado ahora, con sonido prístino y abrumador, 1999 vuelve a ofrecérsenos como un álbum indispensable, incluso aunque su abrumador predominio de los sintetizadores lo haga en determinados pasajes un poco áspero al oído. Pero el funk del tema titular, el pop impoluto de Little red corvette, los teclados esquizofrénicos de Delirious y la lujuria con falsete de Let’s pretend we’re married son verdaderamente apabullantes como cuarteto de apertura. Y en lo que originalmente era el segundo álbum conviene redescubrir ahora la balada Free o la muy cáustica y sofisticada All the critics love U in New York.

 

Las versiones alternativas del segundo cedé, el específico de esta reedición de 2019, presentan alteraciones sutiles que solo despertarán la avidez de los muy iniciados. Sin embargo, las caras B demuestran que Prince, en el estado de gracia que le acompañó durante toda la década de los ochenta, era imbatible incluso con las canciones sobrantes. How come U don’t calle me anymore? es una balada soul formidable, Horny toad es un juguetito pegadizo y nadie puede igualar la pátina rijosa en Irresistible bitch.

 

Seguirán llegando nuevos tesoros del archivo de Prince, se nos volverán a activar las glándulas salivares y todo agudizará el dolor de aquella pérdida repentina e inesperada de 2016. Pero 1999 es el retrato de un hombre dispuesto a conquistar el mundo. Tenía a Michael Jackson por delante, pero Michael, desde la genialidad, contaba con los servicios de Quincy Jones y un nutrido equipo; Prince se bastaba, desde la primera nota hasta la última, por sí solo.

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