En los años de apoteosis de Prince, no faltaban quienes se resistían a admitir, al menos en voz alta, que aquel tipo era un clamoroso genio. Tontunas propia de algún melómano párvulo, no las tengamos demasiado en cuenta: por entonces costaba aceptar que un artista de éxito masivo pudiera ser endemoniadamente brillante, y en las sesudas tertulias con los amigos siempre quedaba mejor decir que habías descubierto (ejemplo real) a un guitarrista llamado Stephen Caudel. Un tipo del que hoy no se acuerda nadie (había grabado un disco, Wine dark sea, con una larga suite por cada lado, como un tosco remedo de Tubular bells) y que tampoco queda claro si en la actualidad resistiría una escucha.

 

Ahora mismo habría que estar sordo o enajenado para cuestionar a Prince, pero no hay consenso, sin embargo, en torno a este Lovesexy: para algunos, su última gran obra de gigante; para los disidentes, el momento en el que afloraron los primeros síntomas de debilidad. Todavía hoy se sigue antojando irritante que en el CD no existan cortes, de manera que, para acentuar la supuesta unidad del trabajo, no queda otra que escuchar las nueve canciones de un tirón. Una lata absurda, sobre todo porque I wish U heaven, una de sus obras maestras de todos los tiempos, llega casi al final.

 

Ahora bien. ¿Quién podría resistirse a Alphabet Street, uno de esos singles irrefutables? O al petardeo psicodélico de Glam Slam; al falsete meloso de esa balada ardorosa, When 2 R in love, al mismo descaro de una portada en la que el diablillo de Minneapolis se exhibía sin tapujos. Lovesexy se quiso entender como un paso atrás frente al doble y deslumbrante Sign o’ the times, pero era mucho más sabroso que el malogrado Black album, cuya publicación se abortó misteriosamente a finales de 1987, con cientos de miles de ejemplares ya fabricados y embalados, y que luego, cuando en 1994 obtuvo al fin su puesta de largo oficial, resultó ser un lúdico pasatiempo funk sin demasiada sustancia. Toda la que sí tenía este tratado de amor no solo lúbrico, sino también trascendente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *