La escena es tan verídica como pueda certificar la memoria, en este caso para nada traicionera. Una tarde anodina de octubre de 1985, un repartidor del Círculo de Lectores asoma por el descansillo con una cinta de los Grandes éxitos de los Byrds. El crío que le abre la puerta ya habría escuchado Mr. Tambourine man, Turn! Turn! Turn!, pero puede que nada más. No existía nada parecido a Internet o Spotify, a ningún amigo de la pandilla le había dado por aquellos jipis californianos y el resto del contenido de aquella antología constituía una perfecta incógnita, pero aquellas 11 canciones (en el cedé terminarían apareciendo luego 14, pero palabra que en origen eran solo 11) sonaron en bucle en el radiocasete del salón hasta que llegó la hora del telediario y de la cena.

 

Aquel chiquillo que ya nunca más será tal ama sin remisión, desde aquella misma jornada, a estos divinos Pájaros. Y en particular, quizá por motivos sentimentales, sus cuatro primeros álbumes, aquellos que eran sustanciados en aquel celebérrimo Greatest hits. Acaso Fifth dimension fuera el menos conocido y reconocido de los cuatro. Seamos serios: aunque solo anotásemos la temprana conmoción psicodélica que representa Eight miles high (ese bajo estratosférico, esa guitarra a trompicones, una letra que es un puro viaje astral), ya merecería su presencia en los altares.

 

Corría el frenético 1966 y los Byrds debían afrontar la marcha de Gene Clark, pero además reunieron suficiente coraje como para prescindir por vez primera de su gran baza infalible, las versiones de Dylan. La historia tiende a retratar este 5D como un álbum ligeramente deslavazado, quizá porque los dos minutos finales, 2-4-2 Fox trot, son un relleno más bien descarado y porque Hey Joe, un hallazgo de David Crosby, queda bastante lejos de las lecturas de Love o Hendrix. Pero Roger McGuinn era capaz de presentir el country-rock en ese chispazo adictivo que es Mr. Spaceman al tiempo que se las ingeniaba para evocar a Bach con el órgano del tema central, cortesía del inmenso Van Dyke Parks.

 

Las llamadas a la tradición folk (Wild mountain thyme y John Riley, con acompañamiento de cuerdas) rivalizaban con los primeros destellos de gran autor en la figura de Crosby, con un I see you que entronca con aquel primer grandioso disco en solitario, If I could only remember my name (1971). ¿Álbum irregular o menor, de veras? Para nada: los Pájaros volaban por la estratosfera, como los aviones que Crosby y McGuinn veían aterrizar y despegar del aeropuerto de Los Ángeles en 1964, tan jóvenes y paupérrimos que debían buscar entretenimientos tan baratos como aquel.

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