No está claro si nos encontramos ante un EP generoso o un LP por los pelos, pero da lo mismo. Porque una cosa es segura: las ocho canciones (media horita justa) con las que presenta Nacho Sarria en sociedad le colocan de inmediato entre las nuevas grandes figuras del rock andaluz y estatal en las que debemos depositar nuestras mejores esperanzas. Y más, viniendo de la tierra y las coordenadas de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba o Pony Bravo. Al igual que ellos, nuestro personaje de hoy repudia la tecnología digital y se abona al rock clásico, elegante, denso y setentero, de cuando nadie sabía qué demonios era el bluetooth pero sí los amplificadores a válvulas.

 

Sarria es un pipiolo veinteañero de pelo largo y ensortijado con base operativa en Rincón de la Victoria, en la costa este de las tierras malacitanas. Pero no se dejen llevar por las apariencias. En primer lugar, porque el muchacho lleva en danza por los escenarios de medio país desde los 14 años, sustituyó al ilustre Álvaro Suite en la banda Los Labios y en su día quiso emular a Pereza fundando una formación local llamada California. Y lo segundo, porque en realidad a Nacho no le importaría trasladarse a la California (precisamente) de finales de los sesenta y liderar un grupo denominado, pongamos por caso, The Doors. Su actitud, deje y timbre vocal presentan reminiscencias de Jim Morrison, más aún si le sumamos los excelentes teclados psicodélicos de José Vaquerizo, a quien ya conocíamos de otros sureños estupendos: Quentin Gas & Los Zíngaros. Si quieren descubrir cómo sonarían los Doors en la Costa del Sol, hínquenle el diente, por ejemplo, a L’Occidental.

 

El rock orgullosamente clásico de Sarria se impregna de andalucismo en Gitana o se vuelve soleado, incluso silbador, con A todo color. Pero nuestro cantante, guitarrista y líder flamante también sabe colgarse la acústica y volverse acústico en los dos fantásticos cortes finales. Esperando al sol tiene un aire de armonías vocales jipis que apuntan directamente hacia el Laurel Canyon, y hasta podría durar un par de minutos más sin problemas. Pero Fundido a negro, melancólica, sentimental y beatlemaniaca, es la demostración definitiva de que Nacho Sarria no es solo pose, actitud y camisas elegantonas, sino un talento inmenso.

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