Ay, aquellas circunstancias mágicas de otra década, hoy inimaginables. Mick Hucknaill –el chico de Manchester que se proclamaba “rojo” por la melenita rizada pero también por la orientación de su ideario– había fundado la banda apenas un año antes, valiéndose de hasta tres hábiles instrumentistas provenientes de una formación, The Durruti Column, en las antípodas sonoras. Seguro que ninguno de ellos había escuchado tantos discos de Stax como su nuevo jefe, pero ellos cuatro, junto a un guitarrista y un teclista adicionales, apretaron el acelerador para disponer en apenas 12 meses de material con el que estrenarse. Y lo que se traían entre manos era, contra lógicas y pronósticos, tremebundo. Ventajas de los genios precoces como Hucknaill, que ni siquiera abusó del viejo truco de las versiones de antiguallas más o menos ignotas; solo dos de los 10 cortes eran préstamos de otras firmas.
Parecían Simply Red abocados a un ejercicio aseadito de blue-eyed soul, pero la palidez cutánea de Mick ocultaba un espíritu incendiario. Cantaba maravillosamente, con un punto de aspereza en la voz muy fácil de reconocer. Y bebía influencias muy dispares para luego entremezclarlas en su coctelera con un gusto infinito. Look at you now presentaba un ritmo desbocado muy similar a Simply irresistible, de Robert Palmer. Y el baladón soul que brotaba a renglón seguido, Heaven, resultaba ser una reinterpretación en toda regla… del tema de Talking Heads. Nadie la habría validado de antemano, pero era una idea brillante.
El apego por el funk afloraba ya desde el primer compás, con ese Come to my aid perfecto como invitación a la complicidad entre músicos y oyentes, y se acentuaba con Money’s too tight to mention, bastante más popular gracias a Hucknaill de lo que había sido en su formulación original, tres años antes, en las voces de The Valentine Brothers. Pero los puntos más vigorosos aún del estreno eran los más inesperados. De entrada, esa especie de swing jazzístico a lo Sinatra en Sad old red, una pieza ejemplar pese a su colocación suicida en el segundo corte. Y, evidentemente, el calor sutil y adorable de una balada imperecedera, Holding back the years, en la que se evita cualquier manierismo en favor de la causa sentimental.
Solo No direction, con toda la oquedad de los hijos sobreproducidos durante los ochenta, chirría con la perspectiva de los años. Porque incluso Picture book, el tema central, compensa los excesos de teclados con su porte bello, pausado y ceremonial. Qué gran manera de comenzar la escritura de un libro artístico que reuniría con el tiempo (A new flame, Stars, Life) algunas otras páginas muy recomendables.
Solo una nota de esas ‘repelentes’ de los que no sabemos del tema pero queremos asomar la cabeza donde hablan los que sí saben porque hemos localizado un detalle menor incorrecto 😉 El grupo de anterior de esos tres instrumentistas es ‘The Durutti Column’, con errata en el apellido del señor Buenaventura. Por cierto, ¿caerá alguna reseña un fin de semana de estos de alguno de los primeros discos de ese grupo?
Buen apunte, Alberto. Llevas toda la razón. Tengo en mente desde hace meses repasar al bueno de Vini Reilly. A ver cuándo cae 🙂