Le han estado ofreciendo a Paul Weller cantidades astronómicas en decenas de ocasiones para que reflote The Jam, y su negativa siempre ha sido categórica. No, en su caso no parece que juegue de farol; y hasta puede que, enemistades internas al margen, el rechazo frontal sea la mejor manera de preservar la memoria de este grupo fugaz, pero arrollador y de ascendente gigantesco a lo largo de las décadas. ¿Cómo habrían sonado los Smiths, Oasis o Blur si ellos no hubieran existido nunca?

 

The Jam fueron el feliz alumbramiento de un chavalín de cara afilada, flequillo lacio y engañoso aspecto de niño bueno que luego era capaz de enchufar la guitarra para marrullerías tan adictivas como Pretty green, la pieza inaugural de este quinto álbum (en apenas tres años). Weller tenía apenas 22 años y ya sumaba discos y éxitos como si tal cosa, pero no por ello paraba de indagar en todas las posibilidades del espectro sonoro. Él era un chico mod que parecía heredar el espíritu de los primeros Who, pero no le llevó ni un par de álbumes abordar la disyuntiva entre la vertiente más tosca de Pete Townshend y Roger Daltrey y el refinamiento costumbrista de Ray Davies. La primera línea de actuación conduce aquí hasta la furiosa Set the house ablaze, donde la batería de Rick Buckler suena tan seca como un lingotazo de whisky de malta. Y el influjo de los Kinks es obvio, casi flagrante, en Monday, esa crónica deliciosa sobre la clase trabajadora.

 

Sound affects tiene algo de cruce de caminos, y eso lo hace tan adictivo como alejado de las unanimidades: un sector de la afición lo tiene por disperso. En realidad, parece más un estirón hacia una madurez autoexigente a la que Weller ya nunca ha renunciado. De ahí que sufriera un soponcio cuando reparó, demasiado tarde, en el parecido manifiesto entre la línea de bajo de Start! (espectacular, en cualquier caso) y la de Taxman. Pero no era la única conexión con los Beatles, más en concreto con Revolver: los efectos sonoros en That’s entertainment parecen una declaración de amor a Tomorrow never knows y los 45 segundos de prólogo a Dream time son psicodelia de alto voltaje.

 

Weller acabaría escorándose al pop en The gift, canto del cisne de The Jam, y al soul en el trance de formar The Style Council, proyecto colosal y en su día clamorosamente incomprendido. Pero el músico irrefrenable en curiosidad y esplendor era este chavalín que le plantaba cara en 1980 a las incertidumbres de la nueva década.

2 Replies to “The Jam: “Sound affects” (1980)”

  1. Este disco es una maravilla, lo tengo en vinilo desde que salió y me parece una autentica joya. Tambien me encantó la etapa de Style Coucil que me parece que hace una musica llena de ritmo, elegancia y buen gusto . Después he tenido la oportunidad de ver en directo en varias ocasiones a un Paul Weller, qpor el que parece no pasar el tiempo y sigue con una creatividad arrolladora sacando muchos discos . Gracias Fernado por tus acertadas recomewndaciones.

    1. Tienes razón, José. Weller es un genio casi, casi inabarcable. Y sigue escribiendo páginas interesantísimas, aunque yo también siento debilidad singular por la etapa de Style Council.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *