Ha querido hacer coincidir la vizcaína Izaro Andrés la publicación de este quinto trabajo con su emblemático trigésimo cumpleaños, aunque para ello tuviese que lanzar el álbum en los ultimísimos compases de 2023, unas semanas por lo general desaconsejables porque las cabezas (y las atenciones) se dispersan con las transmutaciones en el calendario. Quizá sea mera casualidad y estemos buscando explicaciones fantasiosas, pero la hipótesis encaja bien con el espíritu transformador que late en este Cerodenero, un álbum que insinúa ya hasta en el título la apertura de una nueva etapa y que también sugiere cierto afán rupturista en la imagen de su firmante, más enigmática e inquietante en la estampa de portada, menos afín a ese candor costumbrista que había alentado su obra hasta el momento y engrandecido, a la postre, maravillosas piezas de vocación íntima y pequeña como París, Invierno a la vista o Ventanas cerradas.

 

Al final, Izaro sigue siendo Izaro y su evolución es nítida pero matizada. Cerodenero retrata a una muchacha que conjuga ahora su lirismo con puntuales llamadas a la desazón y la rabia; que contempla no solo los sintetizadores, sino algunas pinceladas de electrónica en su ecosistema de sonoridades y que incrementa la apuesta por el euskera hasta la paridad con el castellano, aun a sabiendas de su menor alcance en términos de difusión.

 

Pero el futuro ha de pertenecerle siempre a los valientes, e Izaro siempre ha formado parte de ese colectivo. La canción de ternura canónica es aquí la preciosa Aguacero, pero ya advertimos un poso de desasosiego en el propio autorretrato: “Viste pieles en tempura / a muy baja temperatura / Una mirada muy oscura / casi, casi sin textura / Era yo”. Son los primeros grandes indicios del desasosiego, que no se centra solo en lo personal sino que refrenda una mirada crítica y escocida hacia ese hábitat antipático y hostil que tantas veces nos acecha o en el que nos sentimos ya abiertamente inmersos. Y nada como la desnudez apesadumbrada de El mundo no es un buen lugar para expresarlo.

 

En ese torbellino de emociones, que parece tener algo de montaña rusa, nuestra vizcaína de Mallavia agranda el radio de acción con sorpresas como X eta besteak, de trasfondo electrónico, desarrollo coreográfico y una concepción que recuerda algo más que sutilmente –en realidad, como la propia portada– a la mismísima Rosalía, para lo bueno y para lo malo. Pero el baile también puede ser lúdico y juguetón, y Campamento base ahonda en esa dirección desde un espíritu sorprendentemente travieso. Es solo una sorpresa más en este álbum poliédrico y plural, complejo en cuanto a elaboración y ambiciones, alérgico al conformismo y al trámite. Izaro se retrata como una mujer en ebullición, comparte pálpitos y vuelcos emocionales y nos hace partícipes de ese carrusel interior en el que hay rincones oscuros, pero una visión mucho más completa y panorámica de su personalidad embaucadora.

 

Izaro estrena su nuevo elepé en la Sala Paqui de Madrid el jueves 7 de marzo. Todas las fechas de sus conciertos, aquí

One Reply to “Izaro: “Cerodenero” (2023)”

  1. La Razón de la salida del disco a primeros de diciembre o finales de noviembre, se debe a las altísimos ventas que se producen en Azoka de Durango durante cuatro/cinco días, con miles y miles de compradores de discos euskaldunes y libros. Caben miles, pero hay momentos en los que no se permite la entrada por lleno absoluto. También se combina con actuaciones en directo.

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