Ay, las bicefalias. Qué complejas son las relaciones entre los seres humanos, y más si confluyen factores como la genialidad y los liderazgos en la ecuación. Gary Louris y Mark Olson protagonizaron una alianza de continuas fluctuaciones, un mano a mano en tan difícil equilibrio que la concordia no siempre figuraba como el ingrediente preponderante. Pero hubo momentos en que las fuerzas apuntaron en la misma dirección y arrojaron un saldo no ya positivo, sino fabuloso. Había acontecido ya con el tercer disco de los Jayhawks, el sencillamente adorable Hollywood town hall, tres años atrás. Pero llegados a 1995, la entente propuso este Tomorrow green grass, tocó el cielo con las yemas de los dedos y dejó en verbo mojado nuestra lista de epítetos laudatorios. Fue su último gran servicio a la causa: la alianza descarriló aparatosamente y el único intento serio por reconducirla, para el conflictivo Mockingbird time (2011), acabó siendo pesadillesco e inviable en términos de concordia.

 

A medidados de los noventa, sin embargo, las fricciones todavía sumaban. Gary aportaba la voz prístina; Mark, la más grave y térrea. Los dos cantaban casi en todo momento de manera simultánea, lo que los convertía en los Simon & Garfunkel del country alternativo (¿necesitábamos algún otro ejemplo de dúo abonado a las fricciones?). Puede que Louris sea mejor compositor, porque su nivel es casi celestial, pero Olson era capaz de cantarle Miss Williams’ guitar a su recién estrenada pareja, Victoria Williams, y de elevar Blue, mayormente obra de su compañero, desde la excelencia a la eternidad. Si sumamos la infinitamente vigorizante I’d run away, es casi imposible imaginar un álbum con una mejor tripleta inaugural (bueno, sí: Rainy day music, de los Jayhawks en 2003, ya solo con Gary al frente).

 

George Drakoulias volvía a operar como productor y la idea de todos era mantener la enormidad creativa de Hollywood… pero desde una perspectiva más ecléctica, con margen para alguna pincelada no tan vaquera. De ahí que el ahora cuarteto (acababa de incorporarse la teclista Karen Grotberg, con el tiempo otro pilar fundamental) se permitiera sorpresas como una versión de Bad time, de Grand Funk Railroad. Era inimaginable que dos autores de primera índole hicieran hueco a una pieza ajena, e inconcebible la banda escogida para la cesión. No solo fue una idea maravillosa: esos Malos tiempos se erigieron en uno de los más grandes momentos en toda la historia de los Jayhawks.

 

No hay episodio malo en los 13 que conformaron finalmente el elepé, y eso que los de Minnesota relegaron a una cara B la contagiosísima pieza que daba título al álbum (la edición deluxe del álbum, en 2011, aportaba hasta 21 cortes inéditos, muchos de ellos composiciones nunca editadas). Nothing left to borrow era tan rematadamente brillante como lo mejor de lo mejor de los The Byrds. Over my shoulder o Two hearts son las baladas pluscuamperfectas del country alternativo. Y Ten little kids es una locura final, la eclosión de la euforia. El estallido de felicidad de dos tipos que, pese a todo, debieron llegar a caerse muy bien. Solo una consulta para ellos: ¿cómo es posible que se dejaran sin publicar una barbaridad como You and I (Ba-ba-ba), el eslabón perdido entre Jayhawks y los Beach Boys?

2 Replies to “The Jayhawks: “Tomorrow the green grass” (1995)”

  1. Alguna vez leí que los Jayhawks eran el mejor grupo desconocido del mundo. Es posiblemente una de las definiciones que mejor les cuadran. Este disco y el anterior, “Hollywood Town Hall”, deberían estar en las discotecas de todo admirador de Wilco, por ejemplo, pero me temo que no.

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