En cierta ocasión, frente a un café y entrado en confesiones, Teddy Bautista desveló que The Lovin’ Spoonful se habían erigido en su principal referencia a la hora de configurar Canarios, de lejos la banda más avanzada a su tiempo que conoció aquella España de los años sesenta. Parece un bello reconocimiento a un cuarteto que, en condiciones normales, debería figurar siempre entre los diez mejores de la década en cualquier enumeración esencial, pero que por motivos inescrutables suele olvidársenos.

 

A saber por qué. Tal vez Nueva York no atraía por entonces esa aureola de magia melómana, más allá de los cantautores y el Greenwich Village, que sí les atribuíamos al Reino Unido o a California. Quizá les faltó proyección mediática, o incluso puede que el éxito arrollador de Summer in the city (de sonido más garajero y menos característico, por cierto) ensombrezca otros logros. Pero lo cierto es que pocos álbumes encontraremos en 1966 tan hermosos como este Daydream, el único capaz de sostenerle la mirada a los Byrds, sus máximos competidores, o al imbatible Pet sounds de los Beach Boys.

 

John Sebastian era un vocalista competente y un compositor excelso, como demuestra en el tema central, que concibió a la manera del Baby love de las Supremes y termina erigiéndose en una prolongación de los años treinta (muchos le encontraron gran parecido a Got a date with an angel, el éxito de 1934 de Hal Kemp) y la mejor respuesta yanqui a Ray Davies. Pero lo que sucedía al comienzo de la cara B de este vinilo sí que resulta difícil de superar en cualquier momento de la historia, con la concatenación de la juguetona Jug band music, la bellísima Didn’t want to have to do it (al nivel del mejor Burt Bacharach, simple y llanamente) y la ternura absorta de You didn’t have to be so nice, que llegó al top 10 de las listas como nueva demostración de que a los Spoonful se los evaluó por debajo de lo que siempre merecieron. Como a Zal Yanovsky, por cierto, uno de los mejores guitarristas de la década… y de los más desconocidos. Sus incursiones en el blues son aquí una manera rápida de cortar la respiración.

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