The Vaccines nunca se propusieron inventar la pólvora, y esa ausencia de pretensiones elevadas ya no es solo señal de identidad, sino motivo de legítimo orgullo a la altura de este sexto elepé. Ni siquiera influyen detalles a lo que se ve menores en el ecosistema de nuestros proveedores de vacunas: la entrega certifica la despedida del guitarrista y cofundador del cuarteto Freddie Corwan, sustituido sin mayores traumas por el guitarrista de refuerzo de los directos; y se ha concebido, escrito y materializado en el estudio casero que el jefe de filas, Justin Young, se ha instalado en su nuevo cuartel general de Hollywood Hills, a las afueras de Los Ángeles y, en consecuencia, a muchos miles de kilómetros de distancia del terruño londinense. Pero que nadie espere salidas de guion: para lo bueno y para lo malo, Pick-up full of pink carnations es otro gran disco para el escapismo concebido bajo los irrefrenables parámetros de chispa, bullicio y estribillos coreables de The Vaccines.

 

Así de tercas y tozudas son las directrices de esta formación que en 2011 presentó sus credenciales con aquel estreno de título y energía inolvidables, Post break-up sex, y que no encuentra motivos, una década larga y cinco álbumes después, para moverse de su hoja de ruta. La suya es una tozudez entre ruda y entrañable: la filiación garajera y bullanguera es tan profunda y ajena a cualquier atisbo de negociación que ni siquiera comparecen aquí aquellos tímidos destellos de electro-pop que habían incrementado la aureola de nocturnidad y hedonismo en su antecesor, aquel antídoto frente a la zozobra pandémica que fue en 2021 Back in love city. Si The Vaccines llegaron al mundo con la intención de salvar el rock de guitarras, parece evidente que su labor evangelizadora aún no ha concluido.

 

Por todo ello Pick-up… resulta a la vez tan predecible y tan clamorosamente disfrutable. Sus 10 canciones no solo son expeditivas, adictivas y exentas de circunloquios (el lote apenas alcanza los 32 minutos), sino que aluden de manera clamorosa cualquier atisbo de balada: quien pretenda descansar entre bailoteos, habrá de conformarse con el medio tiempo sexy y soleado de Sunkissed o con la muy cantarina pero no desbocada Discount de kooning (Last one standing). En realidad, una reescritura de un viejo argumento evasivo: “Quizá deberíamos seguir bailando aunque seamos el último hombre en pie”.

 

Que el fin del planeta nos pille, en definitiva, de buen humor. Ese es el objetivo último de Young y los suyos, unos tipos que han hecho de su falta de pretensiones uno de sus grandes atractivos. El mundo seguirá hecho una porquería después de que nos hayamos suministrado esta media hora de revulsivo vacunal, pero si entre medias nos hemos burlado con Primitive man de la cosa machirula (“Incluso cuando te haces daño no sientes el dolor”) o le hemos quitado dramatismo a los inevitables reveses sentimentales (Another nightmare), mejor que mejor. En este caso, además, con guiño a la propia vocación de The Vaccines como bandaza para pabellones: “Le anunciaste a todo el estadio que sabías que ibas a irte para no volver”. Aunque sea descreídos y con el corazón deshilachado, lo dicho: que no el baile no pare.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *