En música, como en el deporte o la política, también existe la figura del tapado. Ensayemos una definición: dícese del álbum o artista que parece pasar inadvertido entre la marabunta pero que, con el tiempo y una visión panorámica, acaba seduciendo como si de una primera estrella se tratara. De Whyte Horses no parece haberse dado cuenta casi nadie, pero este Empty words gana puntos a cada semana como una de las grandes joyas de 2018. Tan discretos son estos mancunianos que, de hecho, nos enfrentamos ya a su segundo trabajo; y del antecesor, Pop or not (2016), apenas llegaron noticias. Era muy bueno, pero podemos reengancharnos con motivo de este segundo, aún mejor y, sobre todo, más variado (pese a su peligrosa extensión: 55 minutos, 16 canciones).

 

Whyte Horses es la criatura predilecta de Dom Thomas, el hombre que fundó el adictivo sello de reediciones Finders Keepers, y aquí cede la voz cantante a Audrey Pic (antes en Envelopes), una muchacha que imprime el consabido toque lánguido, naïf, al borde casi de un amauterismo sesentero y encantador. El álbum encaja en un dream pop de libro, con algún himno modélico para el género (Any day now) y hasta tres temas iniciales (especial mención para el encantador Counting down the years) que apuestan por un bajo sincopado, un poco a lo Motown. Pero en la segunda mitad de la entrega se agolpan las sorpresas: el inesperado subidón bailable de Watching TV (con Mélanie Pain, de Nouvelle Vague), la no menos acelerada Ecstasy song, la sorna de Fake protest song, las evocaciones de Amy en la divina The best of it.

 

Y es ahí cuando caemos en la cuenta: queremos reincidir con Empty words. Una vez y otra. Y en esas podremos tirarnos unos cuantos meses.

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