Hay discos en los que se puede confiar como se confía en un viejo amigo. Puñados de canciones que acompañan y que se sienten tan cercanas, tan amoldadas a tus oídos, que podrías tenerlas cerca siempre, como colaboradoras de la máxima confianza. Tracyanne Campbell y Daniel Coughlan han firmado uno de esos álbumes; diez canciones que consienten la escucha reiterada, incluso compulsiva, sin más secuela que la del propio placer. Este debut es una elección segura para tu giradiscos, en casi cualquier circunstancia: en soledad, una mañana de domingo, una tarde estival de pereza, de cara a una cena en compañía cómplice. No te falla porque su repertorio, recién nacido este mismo año, parece compuesto medio siglo atrás. Y entran ganas de imaginarnos a nuestros padres tarareándolo en algún guateque, con uno de esos tocadiscos portátiles en forma de maletín. Es fácil hacerse una idea sin pensamos en Coughlan y Campbell como la nueva parejita perfecta del pop pluscuamperfecto; la actualización de lo que Zooey Deschanel y M. Ward tan bien han sabido hacer bajo la etiqueta de She and Him. En este caso, Tracyanne proviene de Camera Obscura, otra manufactura de pop atemporal y precioso, y recupera aquí la actividad musical después de que su compañero Carey Lander falleciera en 2015. Danny proviene de Crybaby, banda que fue telonera de Camera Obscura; ambas se profesaban una admiración mutua y evidente que ahora eclosiona en una colección maravillosa. Sobre todo gracias a “Alabama” o “It can’t be love unless it hurts”, dos de las canciones más bonitas del año, pero también con el cierto aire a Nico que emerge de “Deep in the night” o ese saxo que, en el arranque de “2006”, parece prestado por Van Morrison. No hay desperdicio aquí; este LP es magia.