Asombra (y asusta) pensar en la gran cantidad de artistas relevantes y talentosos que pueden pasársenos por alto, aun intentando otear con atención el horizonte en todas las direcciones. Will Jacobs es un buen ejemplo de este tipo de músicos notables que escapan a muchos radares, aunque los más ágiles de reflejos anotarán aquí que ya dejó una óptima impresión hace unos años a su paso por el Festival de Blues de Béjar, en la provincia de Salamanca. Ahora, la presente exhibición discográfica para Ruf, el siempre muy fiable sello alemán especializado en blues, refrenda todas esas buenas sensaciones con un sonido crudo, limpio, luminoso y directo, eminentemente atractivo por su escaso apego a los maquillajes y esa versatilidad que le permite adentrarse con naturalidad adictiva en territorios afines. Ahí conviene anotar esa aproximación al funk de Grooving with you y, sobre todo, la abrumadora balada I wish, con el mejor solo de guitarra de toda la colección.

 

A sus 29 años, un vistazo al (impactante) currículo de Jacobs certifica su rigurosa ética del trabajo y el sabio aprovechamiento del tiempo desde edades muy tempranas. William J. creció y se fogueó en Chicago, caladero algo más que propicio para el arte de los 12 compases; se formó en Berklee, ha exprimido su eclecticismo como músico de sesión, disfrutó de una beca en ¡Sri Lanka! y acabó de graduarse en su etapa de escudero de C.J. Chenier, nombre de referencia entre los amantes del zydeco. Pero es ahora cuando, al fin, le corresponde brillar por méritos propios, con el fulgor de un repertorio que aviva la llama sin incurrir en los excesos de la piromanía. Y en el que las pinceladas de órgano, cortesía de Matthias Falkenau (la banda es alemana y la grabación tuvo lugar el verano pasado en Berlín), acaban por aportar unas diferenciadoras notas de color al sonido del cuarteto clásico de dos guitarras, bajo y batería.

 

No esperemos grandes revoluciones ni sobresaltos: ni los hay en todo el álbum ni el blues acostumbra a ser el territorio más proclive a las grandes revoluciones. Pero aunque solo fuera por las piezas ya mencionadas y la muy ágil terna inicial (Come back to me, la vieja escuela de Katie’s blues y el tema titular), la incursión en estos peces de colores ya merecería la pena. Sobre todo en el capítulo instrumental: Jacobs es un vocalista solo correcto, de garganta aún escasa de cavernas y recovecos, pero como guitarrista invita abiertamente a la envidia.

 

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