La de Gonzalo Arca es una historia de perseverancia que merece un final feliz en forma de reconocimiento y trascendencia más allá de su órbita geográfica de referencia. Porque Arca es un músico gallego de larga trayectoria al que no resulta difícil encontrarse por las calles de Ourense, la preciosa y coqueta ciudad que lo acoge, pero desde la que no resulta sencillo encontrar altavoces adecuados para ampliar el radio de acción. Ni siquiera aunque nuestro protagonista se sitúe al pie del mítico puente romano sobre el río Miño para que los caminantes autóctonos y los foráneos se tropiecen con sus canciones propias y versiones de clásicos ajenos de blues y demás repertorio norteamericano, puedan recompensar su vozarrón y talento con algunas monedas o aprovechen para hacerse con un ejemplar de este álbum que ahora nos ocupa, una pequeña joya a la que habremos de colocar bajo la luz de las palabras para que trascienda la buena nueva de su nacimiento.

 

Es curioso pensar en Gonzalo como un músico debutante, puesto que le asisten algunos lustros de esfuerzos melómanos y ya había publicado tanto un álbum en inglés, Alone at the crossroad (2014), como un sencillo en su lengua madre, Tan lonxe de ti, tres años atrás. Pero como quiera que el primer título se corresponde con un EP de seis canciones y el segundo, con una canción suelta, resulta que Ni el tiempo… representa en puridad el estreno de Arca en formato grande. Y celebra la ocasión con un repertorio meditado, adulto y profundo, cargado de nostalgia y todas esas heridas y arañazos que van acumulándose a lo largo del camino, pero lo bastante esperanzado como para que la reincidencia y la porfía sean las actitudes que más merecen la pena.

 

A este caballero natural de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) le sigue aflorando su debilidad por el blues-rock con deje yanqui (Dispara) o el rock de rollo stoniano, como en la estupenda El último tren, donde tanto el timbre como la pegada de su voz evocan inevitable y saludablemente a Carlos Tarque y sus M-Clan. Pero el menú es ahora lo bastante amplio como para incrementar el listado de matices y sabores, y así la más ligera y sabrosa Chulería tropical le acercan al gusto exquisito de Litus, mientras que la incertidumbre pandémica alimenta una balada acústica muy apreciable, Desnudos en la inmensidad. Y hasta las rancheras, aunque sea en una versión muy enchufada, encuentran acomodo en el caso de Misa de réquiem, que termina trayéndonos a la memoria los devaneos mexicanos de Los Secretos.

 

Hay muy buena gente arropando a Gonzalo Arca en esta aventura, comenzando por el ecléctico productor y multiinstrumentista madrileño Gustavo Redondo, que toca de todo y siempre sale bien parado. Sumemos la batería de José “Niño” Bruno, con infinitas grabaciones como músico acompañante y de sesión; al paisano vilagarciano Pablo Pérez, habitual de Loquillo y guitarrista en un par de cortes, y la armónica de Marcos Coll para la muy campestre Y llegaron los lobos astutos. Un trabajo así no podíamos pasarlo por alto. Porque Gonzalo es de los buenos. De los nuestros.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *