Ahora ya sí que no sabemos hasta dónde puede ser capaz de llegar Adrianne Lenker. Tendíamos a pensar que los discos en solitario de la cantante de Big Thief eran digresiones tan personales que no podían compartirse con el resto de su banda, o pequeños y gozosos caprichos íntimos como esas extensas piezas instrumentales, de 15 y 20 minutos, a las que dio salida en 2020 en su Instrumentals. Pero Bright future, una colección de grabaciones analógicas registradas junto a un puñado de amigos en un remoto estudio entre bosques y arboledas de Nueva Inglaterra, abruma desde su misma humildad. Y conmueve de tal manera con esa emoción desnuda y a flor de piel que cuesta imaginar los límites de esta artista delicadísima, estremecedora tanto en la dimensión confesional de sus versos como en el temblor de esa garganta que siempre parece a punto de derrumbarse.
Sabemos ahora que estos 12 cortes se registraron en el otoño de 2022, aún al calor del exitoso, extenso y soberbio Dragon new warm mountain I believe in you, y que la artista de Indianapolis ni siquiera revisaba las grabaciones –siempre en una sola toma– que fue modelando junto al pianista Nick Hakin, el violinista Mat Davidson y la percusionista Josefin Runsteen, con el productor Philip Weinrobe en una discretísima labor de argamasa. Si Bright future es, como parece, un álbum sobrevenido y no intencionado, habremos de agradecerle a los cielos la felicísima alineación de planetas acontecida durante aquellas tardes otoñales en el estudio Double Infinity. Porque lo escuchamos, en no pocas ocasiones, es magia.
Para acreditarlo, basta reparar en No machine y ese bellísimo estribillo en el que Adrianne, con voz temblorosa, asciende hasta las notas más agudas para repetir “No sé qué hacer sin ti, no sé adónde ir sin ti”. La canción es sublime y tanto su sencillez instrumental como la parquedad en la toma de sonido recuerdan a las grabaciones toscas pero emocionantísimas de Heron, hace cincuenta y tantos años, en la campiña británica. Pero a renglón seguido descubrimos Free treasure, una pieza tan excepcional como si un tal Robert Zimmerman se la hubiese confiado a su amada Joan Baez hace no menos de seis décadas. Y la primera cara finaliza con Vampire empire, tema ya registrado por Big Thief que aquí cobra forma de maqueta casera en la que la cinta captura la pasión de unos amigos inmortalizados en pleno estado de gracia.
Son las cosas de una artista ultrasensible, capaz de concebir la tristeza como un regalo (Sadness as a gift) y amagar con recuerdos melódicos a American pie en la ecologista Donut seam o mostrarse risueña, casi traviesa, en Fool. Evol, que juega con la idea de los palíndromos (“love” al revés), es una balada en torno a unos sencillos arpegios de piano en la que Lenker alarga las notas como si deslizase una conmovedora canción de cuna.
Y dejamos para el final las dos piezas a piano y voz que abren y cierran esta maravilla. Real house, una retahíla sin estribillo (y casi sin melodía) sobre intimísimos recuerdos infantiles, es tan tremenda como las piezas más desarropadas de Tom Waits en sus años para el sello Asylum. Y Ruined, por el contrario, repite una y otra vez un estribillo, “Tú vienes por aquí, yo estoy arruinada”, sencillamente sobrecogedor e inolvidable. Adrianne luce sombrero en la desenfocadísima imagen de portada; nosotros nos lo quitamos para señalar, con toda nitidez, nuestra admiración.