He aquí una entrega que provoca un doble sentimiento de regocijo, por su contenido en sí mismo y por el hecho de que a estas alturas ya casi no contábamos con que volviéramos a ver en algún momento un álbum con la firma de Camera Obscura estampada en su portada. La pérdida por cáncer en 2015 de la teclista original, Carey Lander, condujo al abatimiento del quinteto de Glasgow, que no pisaba unos estudios de grabación desde aquel Desire lines de 2013. Pero Tracyanne Campbell ha encontrado al fin valor y energías para el rearme moral, reflotada anímicamente por sus viejos aliados de Belle and Sebastian y con el aval del regreso como productor de Jari Haapalainen, el mismo que hizo posibles los dos trabajos más característicos de la banda, Let’s get out of this country (2006) y My maudlin career (2009). Y a ello hemos de sumar la finura de la nueva teclista y pianista, Donna Maciocia, que escolta en solitario a Campbell en la preciosa y desnudísima elegía, Sugar almond, a la compañera y amiga que se fue.
Look to the East, look to the West no debe de haber sido un álbum de fácil manufactura, ante el peso de los factores emocionales e incluso la sorprendente demora en su publicación, puesto que los créditos fechan las grabaciones entre octubre de 2021 y marzo de 2022. Pero Tracyanne acaba elevando un canto a la resiliencia con una colección de originales atemporales y prístinos, paradigmas de ese pop con pajarita que, como tantas otras veces, acontece en la ciudad a orillas del río Clyde. Lo advertimos ya desde ese himno feminista, We’re going to make it in a man’s world, que apuesta por esa pureza prístina tan característica de la casa, aunque incorpora por sorpresa en el tramo intermedio una transición a ritmo ternario y ralentizado. Y, desde luego, en Pop goes pop, pop descarado y canónico desde su propio título, aunque Maciocia se sale del guion con unos teclados que aportan un sabor de cierta psicodelia sesentera.
No es la única sorpresa, dentro de que Camera Obscura sea un antónimo del sobresallto. Pero ahí está el tono risueño de americana para Big love, acentuado por la presencia estelar del pedal steel invitado de Tim Davidson, aunque también con ralentí inesperado en mitad del desarrollo. O el bajo sintetizado, a medio camino entre lo entrañable y lo deliciosamente viejuno, que marca el paso para Baby Huey (Hard times). Otros episodios más previsibles –es decir, enternecedores como de costumbre– incluyen Only a dream, balada de amor cadenciosa y marcada por ese piano elegantón, casi palaciego, de la nueva incorporación. O The light nights, un brillante ritmo medio marcado por el galopar de las escobillas, una fórmula quizá escuchada mil veces pero otras tantas disfrutada sin reservas.
Sleepwalking transcurre como otra balada a piano y voz (con armonías) hasta que la banda al completo irrumpe en el minuto final con una sutil coda sin palabras. Son esos momentos de una delicada fragilidad los que nos llevan a conectar con los títulos más introspectivos de Everything But The Girl durante los años ochenta, igual que el tema titular, que sirve como epílogo para el álbum, nos ayuda a entroncar con los Camera más camerísticos de antaño gracias a las pinceladas del corno inglés y el oboe. Solo queda agradecer a Campbell su empeño en seguir alegrándonos la vida, más aún a sabiendas de que tiene el alma llena de cicatrices.
Pues no siendo un fan de la banda, me ha gustado mucho el álbum. gracias por la reco.