Las expectativas elevadas siempre son susceptibles de convertirse en fiascos. Por norma general, los milagros no existen y las revelaciones trascendentales en la historia del pop dejaron de acontecer, salvo contadísimas excepciones, hace un buen puñado de lustros. Por eso, confiar el grueso de nuestras esperanzas en una muchacha de apenas 20 años, cuyo mayor periodo de rodaje hasta ahora era su paso por Operación Triunfo (dejamos abierto este paréntesis para que intercalen exabruptos), tendría algo de despropósito. Amaia ha sabido desmarcarse de esa vorágine mediática, hacernos olvidar su paso por Eurovisión con una pareja descompensada y una canción ñoña, erigirse en un personaje que hace compatible la candidez con la sagacidad. Y mientras sus compañeros de promoción catódica debutaban en tropel y al galope, casi siempre con material de baratillo y aspiraciones restringidas al mercado juvenil, la navarra ha dedicado año y medio a redondear estas escuetas diez canciones, apenas media hora para escribir un primer capítulo que, sin ser definitivo, sí resulta muy esclarecedor. Olvidémonos de los antecedentes y ahorrémonos la tentación de afilar el colmillo de antemano: esta muchacha es una joya. Sorprende la madurez de una chica que, por motivos generacionales, no debería estar familiarizada con Jeanette o La Buena Vida, que parecen sus referentes estilísticos primordiales, ni mucho menos ser capaz de acertar con una excelencia como Nadie podría hacerlo, balada al piano que solo resulta imaginable tras conocer en profundidad a… ¡Carole King! Hay aquí al menos tres sencillos notabilísimos, en términos de pop clásico y luminoso, Quedará en nuestra mente, Nuevo verano y la muy vivaz Quiero que vengas; un desconcertante prólogo de un minuto, Última vez, que parece una travesura de humor negro (“El avión se va a caer / Tú serás mi última vez”), y un epílogo soberbio, Porque apareciste, regalazo a la composición de Nuria Graham al que no le habría hecho ascos ni Chavela Vargas. Ahora que Rosalía se nos ha pasado, ¡ay!, a las filas del chunda chunda, igual resulta que el desparpajo precoz de Amaia Romero Arbizu sí que nos proporciona motivos para el aliento.