Claim es una de esas bandas ciertamente apreciables a las que les cuesta deshacerse de la losa de un casi anonimato inmerecido. De hecho, este Bengala tiene ya, desde su mismo título, algo de llamada de atención urgente, de estallido luminoso en el aire con la esperanza de que nuevos y abundantes ojos acierten a divisar su destello. Suena poético, simbólico y seguramente también algo agónico, porque las connotaciones apuntan a una maniobra de salvamiento. Y quizá no sea necesario tanto: estas 10 canciones merecen disfrutar de un espacio entre los amantes del pop generacional, confesional, sensible y de sorprendente dimensión literaria. Sin culteranismos rebuscados, pero con un buen puñado de líneas y reflexiones inesperadas y de las que tan necesitado está el pop español, que en lo argumental valida en demasiadas ocasiones el encefalograma plano.
Del cuarteto murciano habíamos conocido ya un EP inicial, Barbados –recordado por su ingenioso diseño como una maletita de mano para subir a la cabina del avión– y un primer elepé, Sofá paraíso (2018), que ya avalaba el compromiso con un pop bienintencionado y placentero, hedonista pero no ostentoso. Todas esas señas de identidad aparecen ahora mucho mejor perfiladas en Bengala, donde la mirada penetrante de Adrián Riquelme, cantante y compositor, observa a su alrededor con sagaz benevolencia; sin ánimo de sacarle los colores a nadie, pero con el análisis propio del buen observador. Una observación que también se vuelve introspectiva: Riquelme también anota con autocrítica indulgente (“Una cosa que añadir / a mi lista de grandísimas cagadas”) las debilidades propias. Que no son pocas: ni en su generación ni en cualquiera de las embarcadas en la aventura de vivir, nunca exenta de sobresaltos.
Ese humor tenue, la decepción matizada de quienes transitan por los treinta y bastantes, la ilusión por los natalicios (que han marcado, por lo que se deduce de créditos y dedicatorias, las biografías recientes de varios de los músicos) y el sueño de la redención marcan un álbum sabroso, nada obvio y envuelto en un cierto aroma de baile a la manera tropical que recuerda los esfuerzos en la misma línea, pero casi tres décadas antes, de los zaragozanos Especialistas. Tanto Bengala como Hermoso caos son singles estupendos, pero más audaz y valiente aún es Suspiros de España, que toma el título y hasta un breve leit motiv del pasodoble homónimo para embarcarse en un propósito casi suicida: retratar este santo país con aprecio y sin patrioterismos, hasta con alusiones implícitas a Hemingway, lo que seguramente implique la no adscripción a ninguno de los dos bandos y las sospechas de equidistancia por parte de ambos.
Da igual. Hablamos de una gran canción y de un propósito loable, igual que el de erigir un lenguaje que aúne la liviandad y la inteligencia. Así son los frutos de la sagacidad de Adrián, que eleva un timbre cálido de voz pero también es capaz de enrabietarse y mostrar el lado más corajudo cuando le tocan demasiado las narices. Como en Puente de los peligros: “Y aunque sabes que estoy loco por ti / me parece que prefiero despedirme / con un puñetazo protocolario”. Y, de paso, con un puñetazo sobre la mesa para rematar Bengala, un disco para divisar entre tanta oscuridad e invocar la esperanza.