Todo otoño merece un gran disco. Este de 2017 ya lo tiene. 12 meses atrás nos quedábamos embobados con la confluencia entre Scott Matthew y Rodrigo Leâo, australiano y portugués, una entente fascinante, poderosa y atemporal. Ahora CousteauX ha conseguido recordarme, y mucho, el embrujo que generó en mí aquel “Life is long”. La atemporalidad es, precisamente, el mejor atributo de estas diez canciones, que parecen escritas con intención de quedarse para siempre. CousteauX eran antes Cousteau, pero llevaban tres lustros inoperativos y quizá les agrade la idea de que los veamos como unos debutantes maduritos (la equis del final, insisten, no suena, así que el nombre sigue siendo el mismo…). En cualquiera de los casos, esto que nos ocupa es una maravilla absoluta, diez canciones sin mácula, una colección prodigiosa a la que no encuentro manera de ponerle peros. Al contrario, resulta muy difícil decantarse por títulos concretos, porque todos perduran, abrazan, emocionan, te hincan la uña y te dejan marca. Aquí se perciben las directrices del mencionado Matthew, pero también, de manera muy notable, las del Bowie más taciturno y un Scott Walker en estado de gracia. Incluso puede venirnos a la cabeza el malogrado Black, que se habría vuelto loco interpretando “Shelter”. Complicado escoger, insisto, pero prueben la trompeta atormentada de “Portobello serenade”, la ligera finura de “Seasons of you”, el romanticismo irresistible de “BURMA”, esa apertura doliente de título estremecedor: “Memory is a weapon”. Una enormidad lo de CousteauX.