Los escoceses Deacon Blue, benditos sean, siguen regalándonos nuevos discos. Y treinta y tantos años después de aquel debut esplendoroso (Raintown, 1987), se mantienen en una forma estupendísima; o, parafraseando el éxito de sus vecinos de Simple Minds, “alive and kicking”.
La verdadera sorpresa llegó en 2012 con The hipsters, una soberbia reaparición que (casi) nadie soñaba ni sospechaba, y a la que siguieron el aceptable A new house (2014) y el nuevamente inspiradísimo Believers (2016) para configurar una especie de trilogía sobrevenida de regreso. Aquellas tres entregas estaban hermanadas por su proximidad temporal y por una cierta unidad de acción: eran trabajos de madurez y sosiego a cargo de una formación a la que hemos conocido llenando pabellones. Pero en City of love cambian ligeramente las tornas. El sexteto que comanda Ricky Ross no reverdecerá a buen seguro las glorias pretéritas, porque llegaron a ser extremadamente populares en aquellos años en que “el mundo conoce tu nombre”. Pero la ambición de estas 11 canciones es la de una formación que reivindica su capacidad para volver a escribir grandísimos himnos para pabellones. Y que vuelve a sonar más a los años ochenta que a este siglo que nos acabará matando.
El sonido es ampuloso, expansivo, a ratos incluso eufórico. La estructura interna del álbum copia de alguna manera la de Believers, porque abre con los dos sencillos inapelables (City of love y Hit me where it hurts), como allí sucedía con The believers y This is a love song, y concede un respiro con un medio tiempo muy emotivo, aquí Weight of the world y, en aquella ocasión, I will and I won’t. Pero esta vez, insistimos, no hay miedo a la grandiosidad. Hit me…, de hecho, recuerda en hechuras a la producción algo ególatra de Lindsey Buckingham para el Tango in the night (1987) de Fleetwood Mac.
Prevalece siempre, ante todo, la pasmosa habilidad de Ross para construir canciones complejas pero al tiempo instantáneas y melódicas. En ese sentido, A walk in the woods (que recupera los arreglos de cuerdas del tema central) y la fabulosa In our room son fabulosas. Pero subrayemos al menos dos sorpresas. Una, la inusual fiereza en las guitarras de Keeping my faith alive. Y dos: la extensa y testimonial On love, con largos párrafos declamados a modo de memoria sentimental, una confesión muy emotiva que puede recordarnos a In the days before rock ‘n’ roll, de Van Morrison (otra referencia, junto a Prefab Sprout, permanente en el ideario de los escoceses).
City of love es, en definitiva, el trabajo más ambicioso del nuevo siglo para Ross, Lorraine McIntosh y demás supervivientes de la mejor generación que ha dado nunca la Ciudad de la Lluvia. Y ojalá que sus descargas sigan empapándonos todavía una larga, larga temporada.
Qué bien suena esta canción, Fernando. Este verano los vi por primera vez en el Sonorama y resultaron ser una sorpresa, y no solo por el reencuentro con aquel sonido y aquellas canciones de cuando era un chaval, sino por el conciertazo que entregaron a la gente madura y no tan madura que andábamos por allí. Qué bien nos lo hicieron pasar.
Muchas gracias por el post, y muchísimas gracias más por el blog; es un auténtico placer, musical y lector a la vez.
Un abrazo
Manuel
Muchas gracias por tu calidez y amabilidad, Manuel. Se hace lo que se puede, y más ahora… Un abrazo y gracias por seguir ahí 🙂